Laberinto borgiano
A pesar del bloqueo salvaje que sufre su país, Gonzalo Rubalcaba es un cosmopolita en toda regla que admite su deuda con la música del enemigo. En su pianismo integrador resuenan los sugerentes aires habaneros de Ignacio Cervantes y Ernesto Lecuona con la misma insistencia con que se percibe la ambición formal de Keith Jarrett y el fulminante rayo poético de Bill Evans.El cubano presentó el pasado verano su disco más reciente, Inner voyage, en un espléndido concierto en el Festival de Vitoria y ahora repetía la experiencia, con resultados bien distintos, en el San Juan Evangelista. No hubo que indagar mucho para encontrar responsables de la diferencia: mientras en Vitoria estuvo apoyado por una soberbia sección rítmica, en Madrid se presentó en solitario.
Gonzalo Rubalcaba
C.M.U. San Juan Evangelista. Madrid. 11 de noviembre
A falta de las sugerencias de contrabajo y batería, Rubalcaba se comportó como un pianista árido y entrecortado, sin dirección definida, errante sobre métricas libres y estructuras difusas o directamente inexistentes. Sobre el escenario se podía escuchar a un maravilloso recitador de melodías, dueño de una articulación neta y soleada y de una pulsación erudita capaz de descubrir mil matices tímbricos que, a la hora de la invención espontánea, se perdía en explicaciones parciales y dispersas. El resultado se repitió tanto en sus elaboradas piezas originales como en un par de clásicos, Here's that rainy day y Caravan, que se antojaron caprichosos laberintos borgianos sin salida.
Babelia
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