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Mercedes Abad reflexiona sobre el aprendizaje de la vida en 'Sangre'

Amelia Castilla

Partía de una relación amor-odio entre una hija y su madre y tenía claro el desenlace final. Con esos ingredientes, inició Mercedes Abad (Barcelona, 1961) hace año y medio la redacción de Sangre (Tusquets). Para esta escritora, cuya narrativa estaba encuadrada en el cuento, las relaciones humanas son el escenario de los conflictos más importantes. "El amor y la muerte son los dos grandes temas literarios, lo demás son subtemas", dice la escritora para la que hay una relación vampírica en todas las historias de amor-odio.Con la sangre como elemento dramático, Abad se inventó una religión, los estipularios -"sinónimo de testigo en el lenguaje jurídico de Aragón"-, calcada de los testigos de Jehová, a la que pertenece la madre de la protagonista, una fundamentalista capaz de amargar la vida de su hija y marcar su relación de por vida. Una transfusión de sangre precipitará a las dos mujeres a un viaje en el tiempo en el que descubrirán que no son tan diferentes como pensaban. "Es curiosa la relación que se establece con los padres", cuenta Abad. "Cuando se es niño ejercen sobre nosotros una tremenda fascinación; en la adolescencia les ponemos en el punto de mira de todos nuestros odios y sólo a partir de la treintena, cuando nos damos cuenta de lo mucho que nos parecemos a ellos, les recuperamos".

En su primera incursión en la novela, Abad decidió arriesgarse a mezclar géneros. "Hay cosas que son muy góticas, algo de ciencia-ficción, novela psicológica y un poco de intriga". La autora de Felicidades conyugales ha escuchado decir a cuentistas que la intensidad y la rapidez son características del relato pero ella no cree que uno u otro género obedezcan a leyes distintas. "Hay ideas que ya llegan como lo que deben ser". Abad tuvo claro desde el principio que Sangre sería una novela en la que fusionaría lo dramático y lo cómico. "En un cuento hay una historia y en una novela muchos senderos laterales. Sangre es una composición muy fragmentaria en la que cada personaje lleva una historia bajo el brazo". La autora de Ligeros libertinajes sabáticos define su novela como "una galería de raros" en la que reflexiona sobre el aprendizaje de la vida y los vampiros.

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