El militar sublevado pide hablar con el jefe del Ejército o con Fujimori para deponer las armas
El grito en la oscuridad que ha dado el teniente coronel peruano Ollanta Humala al sublevarse con medio centenar de soldados contra el régimen "ilegítimo de Alberto Fujimori y la cúpula militar corrupta" está llegando a su fin. Abandonado por la mayoría de los insubordinados, el oficial pidió ayer hablar con el jefe del Ejército, el general Walter Chacón, o con el presidente para deponer las armas. Los sublevados no superan la decena y están cercados en una zona inhóspita del sur del país, pero no están tan solos: un centanar de reservistas desarmados se ha puesto en marcha para unirse a ellos.
"Estoy dispuesto a aceptar un diálogo con dignidad. Un trato digno y de respeto de igual a igual", dijo a través de una emisora de radio, al tiempo que alertó del riesgo que corren los rebeldes: "Están tratando de matarme a mí y a mi gente".El teniente coronel propone la mediación del Defensor del Pueblo y lamentó no haber recibido hasta la fecha ninguna comunicación de las Fuerzas Armadas, que han dispuesto un fuerte dispositivo para la captura del rebelde. "Me gustaría recibir alguna señal, porque indicaría que todavía hay esperanza de un diálogo".
La soledad del rebelde es un hecho, a pesar de que su acción despierta la simpatía de muchos peruanos y, probablemente, de una parte de la oficialidad joven. "No pierdo la esperanza, hay comandantes de unidad que anteriormente me han expresado su apoyo. Aunque del dicho al hecho hay mucho trecho", decía ayer en su declaración radiofónica.
No son comandantes los que ayer salieron en su ayuda, sino más de un centenar de reservistas, que se reunieron en la Plaza de Armas de Tacna, en el sur de Perú, para marchar al altiplano y unirse a Humala. Según informa Efe, se trata de licenciados del Ejército que sirvieron durante los últimos 15 años, viajan sin armas y llevan sólo alimentos, mantas, abrigos y mochilas.
El levantamiento de Humala, a quien acompaña su hermano Antauro, que fue pasado a retiro forzoso del Ejército, es un reflejo del malestar de los oficiales jóvenes, cuya difícil situación contrasta con los privilegios de la cúpula militar. Durante los últimos años, sobre todo a partir del aniquilamiento de Sendero Luminoso, la corrupción se extendió entre los generales que conforman la línea de mando, con el beneplácito del ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos, que movió el escalafón militar de acuerdo con sus intereses. Las lealtades eran pagadas con ascensos, con suculentas comisiones procedentes de la lucha contra el narcotráfico y con otros favores, aseguran fuentes militares.
Generales corruptos
Los oficiales jóvenes han asistido impotentes al enriquecimiento de sus generales. Es el caso, por ejemplo, del general Abraham Cano, jefe de la Tercera Región Militar, en la que está encuadrado el oficial sublevado. Se trata de la región más poderosa de Perú, con el mayor contingente de blindados y las mejores piezas de artillería, por su proximidad con Chile, el enemigo tradicional. El general Cano, antiguo jefe de la Oficina General de Administración del Ministerio del Interior y ex viceministro de este mismo departamento, estuvo implicado en un enorme escándalo económico. Las fuentes consultadas le describen como uno de los generales más corruptos que contó con la protección de Montesinos.El general Cano dirige en estos momentos a las fuerzas aerotransportadas hasta Moquegua para perseguir a los sublevados, y ayer, junto a los helicópteros militares, declaraba: "Estamos en operaciones. No ha habido un solo enfrentamiento. Confíen en nosotros, trabajamos de forma profesional". El general controlaba el traslado de los 40 soldados rebeldes que se habían rendido en las últimas horas, abandonando al teniente coronel Humala.
En distintas ciudades del país puede escucharse un grito: "Escucha, Fujimori, no toques a Ollanta". Diversas organizaciones de nueva aparición han difundido comunicados de apoyo al militar rebelde y todos los partidos de oposición en bloque respaldan las motivaciones del oficial y reclaman todo tipo de garantías si se produce la captura.
Pocas posibilidades tiene en estos momentos el teniente coronel, más fugitivo que sublevado. La ruta de Puno en la que se encuentra tiene dos posibles refugios: Bolivia y Chile. De momento, las autoridades de Santiago han reforzado la frontera con efectivos de carabineros y los peruanos han bloqueado el paso fronterizo boliviano.
Ollanta avanza por la zona de Mazo Cruz, en la meseta andina, a unos 5.000 metros de altura y donde las temperaturas descienden a 15 grados bajo cero durante la noche. Las dos ametralladoras pesadas y los pocos cohetes tierra-aire, además de un puñado de armas automáticas, que tienen los sublevados no les servirían de nada si finalmente se produjera un baño de sangre, que el propio Ollanta dice querer evitar.
Algunas voces sugieren que detrás del levantamiento de este oficial hay una mano oscura para desviar la atención sobre el paradero de Montesinos, que sigue sin aparecer.
"De ninguna manera", zanjó el oficial. "Me he jugado mi profesión militar, mis 17 años de servicio. No tengo ninguna relación con Montesinos. Yo más bien quisiera meterlo en la cárcel, y no sé a qué espera Fujimori".
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