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Reportaje:

Tributo luminoso a la razón urbana

Juan Navarro Baldeweg, uno de los mejores arquitectos españoles al decir de profesores y expertos, mostró ayer a un numerosos público sus dos principales obras construidas en Madrid, la Biblioteca y el Centro de Servicios Sociales de la Puerta de Toledo. Respondía así a una invitación del Colegio de Arquitectos, anfitrión del acto.Navarro, nacido en Cantabria hace sesenta años, entró en contacto con el arte a través del grabado, cuyos estudios siguió en la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Pintor entusiasta desde su adolescencia hasta hoy, fue sin embargo la Arquitectura la actividad artística en la que ha consconseguido la estatura más descollante. Doctorado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1969, de la que sería catedrático de Proyectos, completó su docencia en universidades como Pensilvania, Princeton, Yale y Harvard, así como en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde fue llamado por Gyorgy Kepes, el maestro de las artes visuales que siempre ponderó la capacidad plástica del español, según reconoce.

La apuesta madrileña de Juan Navarro Baldeweg consistió, mediados los años 80, en una actuación urbanística de gran alcance sobre la Gran Via de San Francisco a demanda de Ayuntamiento y Comunidad Autónoma. Era la vía un tajo dado en diagonal sobre un área de Madrid con una complejísima topografía, cuya curvatura natural, su estratificación, no había sido antes respetada. De este modo, la actuación debía observar una extrema delicadeza que, al decir de los mejores alarifes de Madrid, sólo la racionalidad, la formación teórica y la capacidad resolutoria de Juan Navarro pudieron procurar. Pese a limitarse a la construcción en tal eje de dos hitos como la Biblioteca y el Centro de Servicios, su actuación consiguió establecer un diálogo entre la iglesia de San Francisco, el Puente y la Puerta de Toledo, por él sutilmente anillada.

Ayer, entre niños que leían mansamente o permanecían fascinados frente a un cuentacuentos, el arquitecto cántabro explicó que la búsqueda de la luz había sido para él una meta incesante. En la sala de lectura que corona la biblioteca, el tamaño de un lucernario cónico en acero cortén por él señalado mostraba la intensidad de este anhelo. La luz se derrama generosamente por casi todo el edificio, cuyo basamento de granito y su cuerpo en piedra blanca de Colmenar se ven rematados por una cúpula en forma de tambor que pondera los volúmenes de la plaza entera y devuelve a la Puerta de Toledo su entidad perdida. La actuación de Navarro Baldeweg en el confín de la cornisa que ciñe la ciudad sobre el río, humanizó e hizo gobernable la urbanización de Madrid en este área.

Tal ha sido su tributo.

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