Fujimori destituye a la cúpula del Ejército
El presidente trata de debilitar el apoyo mayoritario de los generales a Montesinos
Cambio de situación
ENVIADO ESPECIALEl presidente peruano, Alberto Fujimori, dio anoche el mayor golpe de efecto en la actual crisis de su país al destituir a la cúpula militar, tras una larga reunión de cinco horas con los jefes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. El máximo jefe, general José Villanueva Ruesta, ha sido reemplazado por el general Walter Chacón, al frente de la comandancia general del Ejército y del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Los dos generales pertenecen a la promoción de la Escuela Militar de la que salió el capitán Montesinos y son de probada lealtad al antiguo jefe del SIN. En la Marina, el almirante Víctor Ramos sustituye a Antonio Ibárcena; y en la Fuerza Aérea, el general Elesván Bello reemplaza a Carlos Balarezo. El general Fernando Dianderas, que ocupaba la dirección de la Policía Nacional, ha sido nombrado ministro del Interior, en sustitución de Chacón. Dianderas salió en defensa de la resolución aprobada en julio de 1997 por la que se retiró la nacionalidad peruana al empresario de origen israelí Baruch Ivcher.
Persecución presidencial
Poco después, Fujimori abandonó el Palacio de Gobierno a bordo de un helicóptero para trasladarse a la sede de la División Blindada donde destituyó a su jefe, el general Luis Cubas Portal, cuñado de Montesinos. Este movimiento de Fujimori representa un intento del presidente por debilitar la base de apoyo militar a su ex asesor.
Fuentes consultadas sostienen que antes de estos cambios la situación era la siguiente: la cúpula del Ejército estaba del lado de Montesinos mientras que la Marina se había alineado claramente con el presidente Alberto Fujimori y la Fuerza Aérea mantenía una actitud ambigua. Fuentes castrenses y de los servicios de seguridad confirmaron a EL PAÍS que Montesinos contaba con la protección de un sector de las Fuerzas Armadas, concretamente del Ejército y del hasta ayer jefe del Comando Conjunto, general José Villanueva, con quien le unen lazos de amistad -son de la misma promoción- e importantes negocios, algunos de ellos comprometedores, fuera de las fronteras de Perú. Pero no es sólo el general Villanueva. Su cuñado, general Luis Cubas Portal, es el jefe de la Segunda Región Militar, la más importante del país; el general Roger Burgos, jefe del Comando de Logística del Ejército; el general Jesús Ponce, ex jefe de tesorería del SIN, que conoce bien los fondos reservados del aparato de inteligencia; y el coronel Roberto Huamán, jefe de la dirección electrónica del SIN, son algunos con quienes Montesinos mantiene comunicación.Esta ruptura de la alianza Fujimori-Montesinos ha significado el estallido de la coalición oficialista Perú 2000. Los analistas coinciden en que políticamente el modelo que representa el presidente peruano hace aguas por todas partes.
Su sueño de pasar a la historia no sólo como el pacificador y el que reinsertó el país en el mundo, sino como el presidente que fue capaz de retirarse en un acto de generosidad está a punto de desvanecerse. Hernando de Soto, asesor económico en los primeros tres años del mandato, recuerda que "Fujimori es responsable de haber escogido a una persona que ya tenía reputación de gánster antes de entrar en el Gobierno".
El fin de la relación de Fujimori con el hombre al que nombró hace diez años su principal asesor es tal vez el último capítulo de una historia que empezó el 28 de junio de 1990. Ese día, cuando Fujimori asumió el poder, Perú libraba una guerra difícil contra la organización Sendero Luminoso. "No se preocupe usted, yo le resuelvo este problema", le dijo Montesinos. El presidente comenzó a delegar el frente militar en un hombre terriblemente eficiente, que acabó con el terrorismo. Pero, al mismo tiempo, se hizo con las riendas del poder hasta el punto de que los ministros solían pasar por su despacho en el SIN, después de las reuniones con el presidente en palacio.
La influencia de Montesinos llegó tan lejos que cuando el presidente quiso prescindir de sus servicios tuvo que hacerlo anunciando que él también se iba -el 8 de abril de 2001 habrá elecciones a las que no concurrirá Fujimori-. Por sorpresa y de noche, el asesor se fue del país para refugiarse en Panamá. Los políticos del Gobierno respiraron de alivio, mientras los de la oposición desconfiaban de la supuesta ruptura entre Fujimori y Montesinos.
A pesar de que el asesor tiene parte de su fortuna en bancos de Panamá, de sus promesas de realizar importantes inversiones en el país y de comprar a varios de sus congresistas, nunca se sintió completamente seguro en aquel exilio dorado. El Gobierno de la presidenta Mireya Moscoso se resistía a concederle el asilo, sobre todo por las fuertes presiones de Washington, al tiempo que la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) había iniciado una ofensiva contra Montesinos por sus vinculaciones con el narcotráfico. El abogado del ex jefe del SIN, Pedro Huertas, que le acompañó en todo momento, llegó a la conclusión de que Panamá no era un refugio seguro y le aconsejó volver a Perú. En su país no tenía ninguna causa abierta con la justicia.
Lo hizo del mismo modo que cuando se marchó: por sorpresa y de noche. El regreso para salvar su pellejo era el peor favor que podía hacerle a Fujimori, enfrascado en pilotar la transición hasta las elecciones del año próximo y pasar a la historia como el presidente que se retiró del poder por el bien de su país. La presencia de Montesinos no sólo alteraba todos estos planes, sino que sumergía al país en un proceso de desestabilización de consecuencias imprevisibles, en un contexto económico sumamente deteriorado. Sirva como ejemplo que el pago de la deuda externa de este año supone nada menos que el 25% del PIB.
Fuerzas militares recibieron al ex jefe del SIN no para detenerle, sino para protegerle. Desde que su avión aterrizó el lunes por la noche en la base aérea de Pisco se desconoce su paradero. Fujimori comprueba entonces que todos sus temores se han hecho realidad. Los militares arropan al capitán expulsado. No en vano, los 13 generales que conforman la cúpula de las Fuerzas Armadas pertenecen a la misma promoción de la Escuela Militar y son de probada lealtad a Montesinos.
Oficialmente, Fujimori y su antiguo asesor hablaron por última vez a través del teléfono el lunes, durante la escala técnica que hizo el avión en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Al día siguiente de la llegada del incómodo visitante, Fujimori realizó una gira por distintas instalaciones militares y el cuartel general del SIN, que la prensa no dudó en calificar de show. ¿Qué busca el presidente?La respuesta la dio el miércoles cuando Fujimori anunció el acuartelamiento de las fuerzas militares y policiales y se lanzó en persona a la búsqueda de Montesinos. El espectacular operativo se realiza ante las cámaras de televisión, para que a nadie le quepa duda de que el presidente no sólo ha cortado todoslos lazos con su antiguo asesor, sino que está dispuesto a capturarlo.
La mayoría de los peruanos aplaudiría el encarcelamiento del hombre que durante una década manejó a su antojo los hilos del poder. El sueño, probablemente, aún está lejos de la realidad. Pero es muy difícil que los peruanos lo puedan olvidar por muy cortas que sean las patas de la memoria.
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