Caos, fanatismo y muerte en blanco y negro
La agencia Magnum muestra en Bruselas la particular visión del fin del milenio de 56 fotógrafos
Tres grandes bloques
Con algunas variantes, esta exposición de la mítica agencia fotográfica Magnum ha llegado a Bruselas tras recorrer otros puntos europeos, como Londres, Berlín y París. El año próximo seguirá su marcha por Dinamarca, Portugal y, probablemente, España, donde una de las comisarias de la exposición, la francesa Agnes Sire, busca un lugar adecuado para poder colgar de las paredes esta toma de temperatura de los 10 últimos años del siglo.El punto de partida de la exposición, a modo de preámbulo, es la caída del muro de Berlín. Aquellos acontecimientos heroicos, como la revolución rumana y posterior caída del dictador o el protagonizado por el joven chino enfrentándose a los tanques en Tiananmen (en una foto ya famosa de Stuart Franklin), presagiaron nuevos aires de libertad y reconciliación.
Para celebrar el 50º aniversario de la creación de Magnum, los fotógrafos becados por Magnum no recibieron ninguna instrucción sobre la forma de fotografiar el mundo en la década posterior. Es evidente que la mayoría coincidió en que el resultado se aleja enormemente de aquellos buenos augurios de 1989. Madres en Afganistán condenadas a no poder mostrar ni el rostro del dolor al llorar a sus muertos. Niños con la cara partida por los machetes de Ruanda. Viandantes reventados por un obús en Sarajevo. La pobreza de los inmigrantes albaneses en tierras italianas. Los soldados americanos alejándose de los pozos ardientes de petróleo durante la guerra del Golfo. Así han visto el final del milenio estos fotógrafos.
La exposición de Bruselas se ha dividido en tres grandes bloques: Persistencia de los rituales, Crónica del caos y La estética de lo cotidiano. Sólo esta última parte aporta imágenes cotidianas llenas de contrastes y de humor, como la captada por Carl de Keyzer en Tejas con la representación de la Pasión (cristos y romanos incluidos) en medio de los rascacielos y junto a botes de Coca-Cola, patrocinador del evento. O esos finos zapatos de tacón en el escenario desértico de Tijuana.Frente al blanco y negro que impera en la mayoría de las imágenes, un color denso y apastelado se sucede en estas imágenes cotidianas, captadas la mayoría de ellas en Estados Unidos, en las que lo grotesco toma una simpática carta de naturaleza.
Las otras dos secciones que componen la muestra hielan las sonrisas. Inquietante, cuando menos, resulta la serie dedicada a la persistencia de los rituales, en la que la inquisitiva mirada del fotógrafo ha captado en algunos casos la religiosidad y, en los más, el fanatismo. Estremecen las fotos de Guy le Querrec de los descendientes de los indios masacrados un siglo antes por la armada estadounidense recorriendo a caballo las heladas montañas de Dakota sobre las huellas de aquel exterminio.
Pero también impacta contemplar a un sacerdote común arrodillado en actitud de adoración en la soledad de la ribera de un río, la real crucifixión de un paisano para celebrar la pascua o los indígenas guatemaltecos recuperando sus ritos mayas tras 36 años de una guerra devastadora.
La serie Crónica del caos no muestra sólo el horror de la guerra. Colocados sobre los mismos paneles, los paisajes desolados de Joseph Koudelka en el triángulo negro de la contaminación de Polonia, República Checa y Sajonia transmiten otra, si no la misma, imagen de la muerte, muy cercana a la de los cuerpos yacentes de Afganistán captados por la cámara de Luc Delahaye o a la sórdida soledad que transmiten las huellas de las balas dejadas en paredes y semáforos de Kosovo tras la batalla que recoge la cámara de Joseph Kondelka.
Entre las fotos expuestas no faltan unas cuantas de Henri Cartier-Bresson, fundador junto a Robert Capa, George Rodger y David Seymour, de esta agencia Magnum mítica para los fotógrafos del mundo entero, que, frente al colorido de la televisión y la revolución de Internet, persevera en ofrecer una visión del mundo poco complaciente y, por cierto, en blanco y negro. Sires asegura que es casualidad el hecho de que las dos terceras partes de la selección sean en estos dos colores, ganando la batalla al color.
Quizá todo se deba a que esta agencia se nutre de gente como Ferdinando Scannia, que ha fotografiado la vida y la muerte en Benarés y asegura que siempre que vuelve de uno de sus viajes lo hace con más preguntas pendientes de contestar. Él y sus compañeros han demostrado que no dar instrucciones a los fotógrafos a la hora de retratar el mundo es un ejercicio peligroso que provoca demasiadas preguntas también al visitante.
Babelia
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