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"Lo importante es que vuelve, no que sea presidente"

El recuerdo a los emigrantes españoles y su contribución al desarrollo de la República Argentina fueron los ejes del reencuentro del presidente Fernando de la Rúa con el lar de sus antepasados, el municipio pontevedrés de Bueu, del que salió hace más de un siglo su abuelo Manuel en busca de fortuna.El mandatario argentino, que fue recibido entre ovaciones y distinguido con los máximos honores, inauguró un monumento en memoria de los emigrantes y saludó a los pocos familiares que le quedan en Galicia. "Lo importante es el familiar que vuelve, no el que sea presidente", precisaba su prima Carmen Mora de la Rúa.

El presidente argentino, acompañado de su esposa, Inés, y el hijo menor de ambos, así como del presidente de la Xunta, Manuel Fraga, recibió en el Ayuntamiento de Bueu la Medalla de Oro y el título de Hijo Adoptivo, que le fue concedido hace dos años con motivo de su elección como alcalde de Buenos Aires. De la Rúa señaló "el honor" que para él y su familia representaban estas distinciones. "Me producen una profunda emoción y me unen más a mis raíces", dijo De la Rúa en su alocución, en la que se comprometió a divulgar estas distinciones en su país para hacerlas extensivas a los miles de gallegos que contribuyeron con su esfuerzo a construir la nación. Este pasaje del discurso logró humedecer los ojos de parte del numeroso público que se congregó en la plaza del ayuntamiento bueuense. Entre los asistentes había muchos argentinos residentes en España y desplazados a Bueu para la ocasión.

En el consistorio también se hizo entrega al presidente argentino de un árbol genealógico, que recoge su línea familiar hasta el siglo XVII y que revela la relación de su familia con el pazo de Santa Cruz, también llamado de Quitapesares, que tiene el pueblo a sus pies y que De la Rúa visitó después del almuerzo. Hoy, después de algunos trasiegos históricos de abolengo, el pazo pertenece a Germán Gervás, dueño de la industria cervecera Mahou.

El abuelo del presidente argentino, Manuel de la Rúa Agulla, partió hace más de un siglo hacia el país suramericano con un hermano. Ambos eran apenas unos adolescentes y tenían otros seis hermanos. Casado el padre en segundas nupcias, tuvieron otros ocho hermanastros. El pazo y sus pasadas glorias no daban para tanto.

Los hermanos emigrantes se instalaron primero en Santiago del Estero, donde prosperaron como comerciantes; luego se avencindaron en Córdoba y, finalmente, en Buenos Aires.

Fernando de la Rúa sólo había visitado Galicia una vez, en 1962, recién licenciado en Derecho, para conocer a sus tres primos gallegos, los Mora de la Rúa, que ya entonces vivían en Vigo.

En Bueu, en realidad, sólo queda un familiar, Adelaida Barreiro, de 88 años, prima en tercer grado, que vive en la parroquia de Beluso y que ayer también acudió a saludarle. "Entonces, ¿ustedes son los responsables de que tengamos un presidente con antecedentes gallegos?", le preguntaba un provocador periodista argentino. "¿Cómo, qué dice?", respondía, desnortada, la mujer.

La jornada de De la Rúa en Galicia fue muy intensa. Pronunció, en el breve espacio de hora y media, tres discursos: en la recepción de las distinciones, dentro del ayuntamiento; desde el balcón de la casa consistorial, dirigiéndose al público que acudió a darle la bienvenida y, tras un breve paseo por el pueblo y la visita a una exposición sobre la emigración, al descubrir la placa de un monumento al emigrante que recuerda desde hoy su visita. "La emigración es parte fundamental de nuestro crecimiento", dijo en una de sus intervenciones. "Galicia forma parte de nuestra esencia", repetía más adelante. "Españoles y argentinos somos hoy más compatriotas, si cabe", apuntaba al cabo.

El recibimiento al presidente argentino estuvo acompañado de mucha música. Pasodobles de la banda municipal, pasacalles y muiñeiras atacadas por gaiteiros ataviados de gala. Bajo el balcón del ayuntamiento, sendos grupos de baile alternaron en honor de De la Rúa la Jota de Insúa y el popular tango Barrio.

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