Infantilización
La reciente decisión de la Comunidad de Madrid de impedir que los alumnos de bachillerato puedan salir del centro de enseñanza durante el horario lectivo nos ha confirmado la impresión de que, en este país, independientemente del signo ideológico y de la región o autonomía en cuestión, las políticas educativas son impuestas por un poder político que, carente de sentido común y excedente de prepotencia, hace y deshace a su antojo sobre la educación de los muchachos y muchachas que tengan la desgracia de caer en sus garras.Es una maquinaria administrativa cada vez más intervencionista, cada vez más impositiva, cada vez más asfixiante. Y es que las noticias a nuestro alrededor no invitan a ser optimistas. Como estudiantes de segundo de bachillerato (antiguo COU) hemos vivido la voladura incontrolada y prematura de nuestro antiguo plan de estudios a manos de la Generalitat de Cataluña. Hace poco, asistíamos al patético espectáculo que ha provocado en Extremadura el autismo y el autoritarismo que ha mostrado la Junta a la hora de afrontar los problemas que se derivan del traslado de muchachos de 12 y 13 años a centros escolares de pueblos distintos al suyo.
Y ahora, la Comunidad de Madrid ha emitido la famosa y absurda circular merced a la cual los alumnos verán cerradas las verjas de su instituto desde que entran hasta que salen. Tendrán que estar todos, mayores y pequeños, integrantes del tramo obligatorio y voluntario, encerrados todos juntos, para que no salgan, para que no se pierdan. Para que nadie escape del control que todo Estado desea efectuar sobre sus ciudadanos.
La circular de la Consejería de Educación de Madrid supone un ataque a la libertad y a la responsabilidad de los estudiantes de bachillerato, que son los verdaderamente afectados por la orden. En el proceso de progresiva infantilización que estamos sufriendo los alumnos, este mandato es otro paso coherente con la concepción de que los estudiantes, tanto de primaria como de secundaria o preuniversitarios, tanto si tenemos 10, 15 o 18 años, somos sujetos amorfos, sin posibilidad de hacer ni decidir nada, sin libertad para actuar ni responsabilidad sobre nuestros actos. Para el sistema somos tan inválidos, que tenemos que estar encerrados entre cuatro paredes desde que empieza la jornada hasta que llega la hora de comer. Porque allí, en esa burbuja herméticamente cerrada, estaremos seguros, sin peligros, sin coches que puedan atropellarnos ni tiendas donde consumir. Sin malvados al acecho, sin tentaciones pecaminosas. No hay riesgo, no hay peligro, el Estado nos vigila desde todas partes y garantiza un encefalograma plano. Y cuando tengamos hambre, el profesor de turno nos dará cariñosamente el biberón y nos cantará una nana. Porque, vistas así las cosas, para eso parece que le pagan.
A nuestro juicio, el Estado está maltratando a los profesores y dañando la formación de los estudiantes de forma gratuita. Pero además, está incurriendo en un error de concepto muy serio: está confundiendo la enseñanza, es decir, la formación y la instrucción para el desarrollo en la vida, con el control, la asfixia, el intervencionismo y el dirigismo propios de quien no confia en su propia solidez.-
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