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Crítica:FLAMENCO: DUQUENDE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El cante a media voz

Es el de Duquende, el cante a media voz. Más porque sus facultades se quedan un poco cortas, pienso yo, que por una premeditada intención de prescindir del grito.No estoy haciéndole un reproche por ello. Al contrario, el cante a media voz tiene una dimensión y un encanto especiales, que se acrecientan cuando no hay amplificación de sonido, como ocurre en este auditorio. Recuerdo una vez más aquello que decía Caracol de que el cante no es para sordos.

Duquende no tiene una voz brillante, y en estos tonos medios la recoge con frecuencia buscando hacia el interior de si mismo la expresión de su flamencura.

Ahí es donde alcanza los mejores logros este cantaor que, alternativamente, se embarca en una cierta monotonía que no estimula precisamente nuestro interés.

Corazón de otoño: Duquende

Con José Carlos Gómez (guitarra) y Cepillo (percusión). Auditorio Colegio de Médicos. Madrid, 19 de octubre.

Los recitales de Duquende pecan siempre de esta falta de equilibrio entre su eco jondo, válido e incluso gratificante, y esos pasajes de transición en que pareciera que se limita a cubrir un expediente que a él mismo le trae un poco sin cuidado.

El toque acompañante de José Carlos Gómez le va bien al cante de Duquende, porque no se pierde en florituras que no se le piden. Es una guitarra medida, muy ajustada al cante -yo diría que excesivamente, en ocasiones-, que se limita a ese diálogo escueto entre voz y música preconizado de antiguo por grandes artistas flamencos.

Lo que no es necesario, sobra. Una filosofía que a Duquende y Gómez les presta sus mejores ocasiones de acierto.

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