"Ésta no es nuestra guerra"
Los pacifistas de Israel aprovechan el caso de un soldado objetor para lanzar una campaña de desobediencia
El soldado Noam Kuzar se ha convertido, a sus 19 años, en un símbolo del movimiento pacifista de Israel que se opone a la guerra contra los palestinos y propugna la desobediencia militar. Este recluta fue condenado a 29 días de calabozo por negarse a participar en una misión dentro de los territorios autónomos, alegando que esas zonas palestinas no son su país. "Ésta no es mi guerra", alegó ante los superiores que lo juzgaron, una frase que se ha transformado en un estandarte nacional.Kuzar, miembro de una unidad de élite del Ejército israelí, tenía como cometido proteger un asentamiento judío emplazado en medio del territorio enemigo; su consigna era defenderlo de una eventual agresión árabe. La orden era tan tajante como rotunda: primero, disparar; después, preguntar.
El joven recluta se negó a obedecer. Kuzar no quiso ni tan siquiera subir al autobús a pesar de las amenazas de sus mandos. El instructor de un tribunal militar le ha impuesto, sin posibilidad alguna de defensa o de recurso, una pena de 29 días de arresto en un calabozo.
"Los territorios autónomos no son mi país; aquello es Palestina", alegó Kuzar durante la vista ante el instructor militar, al tiempo que alegaba que su única aspiración es "poder vivir en paz algún día junto con la comunidad árabe".
Aunque el caso Kuzar ha sido silenciado por la prensa israelí, no ha pasado desapercibido a los movimientos nacionales, que lo han convertido en un símbolo, en la principal bandera de una campaña de movilización con la que intentan fomentar la desobediencia militar entre los reclutas.
"Ésta no es tu guerra", rezan las octavillas que los militantes y dirigentes pacifistas han empezado a repartir en los principales cuarteles. Estas llamadas a la desobediencia civil se han hecho aún más insistentes en los territorios autonómos de Cisjordania, donde inexplicablemente han podido hacer llegar sus textos a los soldados que custodian la Tumba de Raquel, en pleno corazón de la ciudad árabe de Belén, o los que permanecen de guardia en las cercanías de la Cueva de los Profetas en Hebrón.
Militantes pacifistas y antimilitaristas repartían ayer sus octavillas en las estaciones de autobuses de las grandes urbes de Israel, donde es habitual el trasiego de jóvenes reclutas yendo y viniendo de sus destinos o puntos de concentración.
"Me siento orgulloso de mi hijo; estoy a su lado y lo estaré siempre", afirmaba ayer Ron Kuzar, el padre del soldado sancionado, un catedrático de Lingüística de la Universidad de Haifa, que trata de permanecer cerca del muchacho, alentándole en su acción de protesta.
El soldado Kuzar sigue la senda trazada por su padre hace 28 años, cuando su progenitor se negó a formar parte de un convoy militar que debía participar en la invasión de Líbano. Aquella decisión le provocó numerosos problemas durante y después del servicio militar, pero supuso la semilla de un movimiento antibelicista en torno al cual se estructuraron años más tarde numerosas organizaciones cívicas cuyo principal objetivo y lema fue "Saquemos a nuestros hijos de Líbano".
La rebelión de Kuzar preocupa a los mandos militares, ya que se ha producido en un recluta altamente cualificado y que por su preparación había obtenido un puesto en una destacada unidad de combate. No es, pues, un caso de ignorancia, cobardía o miedo. En cualquier caso, la terapia a aplicar a este soldado será la habitual en estos casos: relevo inmediato del batallón y traslado a un destino más burocrático, donde permanecerá alejado hasta que acabe su servicio militar, dentro de 30 meses.
A pesar de esta aparente mano dura, los máximos responsables del Ejército se sienten incapaces de atajar de raíz este virus de insumisión; un fenómeno relativamente nuevo en una sociedad altamente militarizada y en la que participan más del 6% de los jóvenes en edad de incorporarse a filas.
Los analistas locales aseguran que estos índices de objeción se dispararán en los próximos meses si continúa adelante la aventura militar contra los palestinos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.