Wagner, Puccini y Strauss

La Deutsche Oper tiene ahora a su frente a un director nacido en la capital alemana, lo que no sucedía desde los años cincuenta, cuando la regía musicalmente Richard Kraus. Christian Thielemann (Berlín, 1959) goza ya de un considerable prestigio, y en Madrid actuó el año pasado con la Orquesta Filarmónica y el pianista Andreas Haefliger en un programa de Brahms.Ahora, Thielemann vino con su actual formación de la Deutsche Oper (situada en Charlottenburg), que pasa por una cierta crisis económico-administrativa derivada de la fusión de las dos grandes óperas con que cuenta la ciudad: la Deutsche y la Staatoper, que pilota Barenboim.

El programa, casi una sesión popular de ópera en concierto, incluyó esta vez dos importantes fragmentos de Wagner, tres intermedios de Puccini (incluido el de Manón procedente de los Crisantemos para cuarteto) y Muerte y transfiguración, poema de Richard Strauss. A pesar de su juventud, Thielemann parece heredar el espíritu y la línea de sus más significativos antecesores, por la efectividad de la tensión sonora y dramática, la nobleza de la continuidad y ese pathos que desde Mahler y Nikisch llegó a Karajan y Carlos Kleiber. Lo que quedó bien claro en Strauss y su formidable página de 1890, así como en el Preludio y la muerte de Isolda, quizá lo mejor interpretado y realizado de la noche. Pintaron menos oros en el repertorio pucciniano y, en general, encontré a la bien conocida formación berlinesa en un tranco menos brillante de su hoy problemática historia. Hubo los encores de rigor: Maestros cantores y Danza húngara, de Brahms.

Orquesta Nacional

Inicia su temporada la Orquesta Nacional, y en sus tres programas de fin de semana también se entregó al cultivo de la ópera con una considerablemente bella versión del acto tercero de La walkiria, conducida por el checo Jiri Kout (Praga, 1937). Aunque no se les dedicara mención ni recuerdo alguno, no éramos pocos los que pensamos en la ausencia definitiva de dos profesores que formaron durante años en las filas de la ONE y otras formaciones madrileñas: los violinistas Luis Alonso Rivas, muerto a finales de agosto, y Hermes Kriales, fallecido hace unos días.Si la Nacional tocó con renovado afán los pentagramas dramáticos de Wagner, el cuadro de cantantes superaba las cinco estrellas. Eran la soprano americana Jeaninne Altmeyer, fascinante Brunhilde; la casi legendaria Cheryl Studer, una Sieglinde apasionante, y el bajo alemán Jan-Hendrick Rotering, incisivo y noble Wotan. Con ellos, un grupo de walkirias hispanas no desdijo del conjunto. Las ovaciones y los bravos subrayaron este acto tercero no sólo con entusiasmo, sino con tanto fuego que amenazaba el del final de la obra, por muy encantado que sea.