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Reportaje:

Científicos en conexión

Medio centenar de especialistas integran la Red Andaluza de Investigación Ambiental

Especialistas

Visto desde fuera, el mundo de la investigación parece un terreno propicio para el intercambio de ideas, la colaboración y, en definitiva, la suma de esfuerzos en la resolución de los múltiples problemas a los que se enfrenta la ciencia. Nada más lejos de la realidad. Con demasiada frecuencia los especialistas en una determinada materia trabajan de forma aislada, como si se tratara de departamentos estancos en los que no es posible establecer vínculos con colegas de otras áreas, que pudieran enriquecer el conocimiento sobre múltiples cuestiones. Este fenómeno es particularmente peligroso en el caso de las ciencias ambientales, donde, a la hora de abordar un determinado problema, es conveniente reunir las aportaciones de disciplinas variopintas.

"La investigación ambiental", asegura Manuel González de Molina, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, "debe ser abordada, dada su naturaleza, de manera interdisciplinar, por encima de la compartimentación que suele imperar en la ciencia convencional y que da lugar a áreas de conocimiento prácticamente aisladas". Esta fue la idea que animó a un grupo de investigadores andaluces a constituir, hace ahora dos años, un sistema con el que fuera posible intercambiar preocupaciones y experiencias en el campo de las ciencias ambientales.

La Red Andaluza de Investigación Ambiental (RAIA) reúne hoy a medio centenar de especialistas involucrados en temas ambientales, sin distinción entre ciencias naturales y sociales. Por su propia naturaleza, este instrumento permite una interacción rápida y eficaz y una organización bastante flexible y poco burocrática.González de Molina, uno de los coordinadores de la red, considera que, además del beneficio interno que obtienen los propios participantes, este sistema de enlace entre investigadores puede tener una gran rentabilidad social, ya que permite trasladar a los ciudadanos "los resultados del trabajo científico, modificando, en la medida de lo posible, la imagen excesivamente paisajística o conservacionista que se tiene de los problemas ambientales".

Es bastante frecuente, añade Angel Ramírez, sociólogo del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, "escuchar que hay que investigar más sobre tal o cual materia, como energías renovables o efectos de la contaminación, cuando la verdad es que ya se conoce lo suficiente, y a lo que nos enfrentamos es más a un problema de desarrollo social o puramente comercial".

La red también ha revelado su utilidad como foro en el que discutir cuestiones académicas o puramente administrativas, sobre todo aquellas relacionadas con la modificación de los actuales planes de estudios y de las nuevas titulaciones en el campo de las ciencias ambientales. Quizá porque la moda de lo ecológico ha penetrado también en el mundo universitario, los especialistas se quejan de la proliferación de cursos y maestrías dotados de escaso rigor y objetivos confusos. "Esto viene provocando una frivolización tanto de las titulaciones adquiridas como de las implicaciones prácticas de los agentes sociales y cierta distorsión sobre la gravedad y el alcance de los problemas ambientales", advierte González de Molina.

Los integrantes de la RAIA celebraron en 1998 un primer encuentro en Andújar (Jaén), que sirvió para establecer los mecanismos de conexión, documentación y organización de la propia red. Se estableció una pequeña lista de distribución y se puso en marcha una página web que sirviera de lugar de encuentro e intercambio permanente. Superada esta fase, la segunda reunión, celebrada en la misma localidad a comienzos de este mes, se ha podido dedicar a la reflexión y el debate sobre cuestiones concretas. "En nuestra comunidad autónoma", precisa Ramírez, "se hace muy buena investigación ambiental, pero no siempre sabemos ofrecerla, ni es tenida en cuenta en el diseño de las políticas públicas; por eso este año hemos revisado algunas experiencias exitosas en el terreno del desarrollo sostenible, para que se haga evidente que hablamos de cuestiones que ya tienen rentabilidad social y ambiental, como la agricultura ecológica o la gestión sostenible de los parques naturales".

Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es

Los buenos ejemplos

Los miembros de la RAIA quisieron demostrar, en su reunión de este año, que en Andalucía existen ya experiencias de desarrollo sostenible que se están resolviendo con notable éxito, lo que supone, en definitiva, un aumento del bienestar social sin provocar por ello costes ambientales, sino todo lo contrario. Al encuentro de Andújar fueron invitados, para ratificar esta tesis, especialistas en agricultura ecológica, energías renovables, industrias medioambientales y gestión de espacios protegidos. De cada una de estas parcelas se ofrecieron datos más que elocuentes. Desde 1992, por ejemplo, la agricultura ecológica no para de crecer en la región y lo hace a un ritmo vertiginoso. En solo seis años (1992-1998) la superficie de terreno dedicada a este tipo de cultivos aumentó en más de un 2.000%, el número de productores creció un 600% en tres años (1995-1998) y la facturación pasó, en el mismo periodo, de los 1.500 a los 8.000 millones de pesetas. Hay que reconocer, por tanto, que este sector, marginal hasta hace poco, se ha convertido en una alternativa rentable que, además, contribuye a la conservación de los recursos naturales y evita los problemas de contaminación y erosión asociados a otras fórmulas de producción agrícola más agresivas.

En el terreno de las energías renovables se citaron los beneficios del programa Prosol, por el que la Junta de Andalucía viene subvencionando, desde 1993, la instalación de paneles solares. Los sistemas que se han puesto en funcionamiento gracias a este programa son capaces de generar cada año la energía equivalente a más de 3.000 toneladas de petróleo. Esta disminución en el consumo de combustibles fósiles evita que se arrojen a la atmósfera 20.000 toneladas de dióxido de carbono, 88 toneladas de anhídrido sulfuroso y 35 toneladas de óxidos de nitrógeno, entre otros contaminantes.

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