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Reportaje:EXCURSIONESPARQUE DE OROMANA

El río del pan

Tereixa Constenla

Molinos rehabilitados, patos que hacen gansadas y árboles frondosos flanquean el cauce del Guadaira

Ni siquiera los patos del río Guadaira tienen la elegancia de Naomi Campbell. Los patos, en general, tendrían tiempo para practicar andares estilosos -si lo han hecho, han fracasado de forma estrepitosa como especie-, pero los del río Guadaira parecen especialmente sobrados y aburridos hasta el extremo de practicar raros contorsionismos con el cuello y las patas. Algún ejemplar intenta superarse a sí mismo y, después de girar el cuello 360 grados y esconder el pico debajo de un ala de forma que parece un pato descabezado, prueba a mantener el equilibrio sobre una sola pata antes de caer al agua. Lo más alejado de la elegancia que podría verse en una pasarela, pero probablemente de lo más parecido a una gansada que logre hacer un pato.Ciertos días, junto al molino de Benarosa, se entabla una disputa entre patos y humanos por exhibir mayores cotas de autosatisfacción. No hay hábitos sociales muy distantes de los que practica la fauna, la verdad. Hasta el parque de Oromana, en Alcalá de Guadaira (Sevilla), acuden parejas deseosas de hacerse arrumacos bajo los pinos como tórtolas primaverales, aunque el deseo humano rompa la condición estacional. Los desequilibrios de niños que comienzan a caminar guardan paralelismo con las ridículas contorsiones de ciertos patos. Y algunas aves, como las gentes que persiguen una reconfortante soledad, prefieren nadar sin compañía.

El parque de Oromana, donde se encuentran varios molinos rehabilitados como el de Benarosa, está condenado, por lo visto, a convertirse en una zona de recreo de altura. O sea, proyectan un campo de golf y un casino. De momento, aunque ya hay un hotel, es un área popular y merecedora de visita. El espacio, creado en paralelo al río Guadaira en la zona sur de Alcalá, se extiende a lo largo de un kilómetro, techado por una maraña de árboles antiguos, entre los que predominan pinos y eucaliptos, cuyos troncos se han perdido entre hiedras trepadoras.

El parque Oromana fue diseñado con mimo, con senderos abiertos en diferentes niveles para aprovechar la caída de la ladera hacia el río y rincones proyectados para aislarse creados con madera, piedra y vegetación natural. Proporciona una sensación armoniosa y está limpio, y ambas cualidades no abundan, ni siquiera por separado, en la mayoría de los jardines y parques artificiales. Invita a hacer un poco de todo: comer, correr, andar en bicicleta, pasear, leer o jugar a las tórtolas. Que básicamente es lo que practica todo el mundo cuando va al parque junto al río Guadaira, ya sea persona o pato.

El caudal -ahora con aguas nada cristalinas, por cierto- se aprovechó en su día (remoto) para moler las cosechas del entorno en varios molinos. Los más antiguos son mudéjares. Dentro del Parque de Oromana están los de Benarosa y San Juan, que han sido rehabilitados. Alcalá de Guadaira ha sentido tal inclinación por la molienda que llegó a llamarse de los Panaderos, en homenaje a su febril producción de hogazas. Su reina del Carnaval, en realidad, recibe el título honorífico de Panadera.

Antes del tren, que también se bautizó de igual guisa, hileras de borricos partían a diario desde la localidad hacia Sevilla para despachar panes. Cuando el ferrocarril agilizó el contacto entre ambas localidades, los repartidores subían a un vagón y los pollinos se iban -solitos con sus hogazas- hacia los suyos. Parece mentira, pero hay burros más listos que otros.

Cuando el paseo por el parque no dé más de sí, siempre le quedará Alcalá, que tiene una larga historia por contar desde la época Calcolítica (hay dólmenes en El Gandul). De la época romana queda un puente en servicio, lo que atestigua una vez más las bondades de la arquitectura de aquella época, funcional y duradera. De los árabes hay numerosos restos urbanos, amén del nombre (Al Kalat Wad Aira), que significa El Castillo del Río Aira. Los patos son de estilo contemporáneo.

Dólmenes y 'pringá'

- Dónde. Hay un desvío hacia Alcalá de Guadaira en la A-92 (Sevilla-Granada). La ciudad está a 16 kilómetros de la capital andaluza. - Cuándo. En verano se agradece especialmente un paseo ribereño por el frescor del parque, pero los árboles están más vistosos en otoño o primavera.

- Alrededores. A cinco kilómetros de Alcalá de Guadaira, junto a la carretera de Morón, está el castillo de Marchenilla, en el que destaca la torre del Homenaje (siglo XIV, con añadidos de hormigón y ladrillos), de 27 metros de altura. El palacio de Gandul, en la carretera Sevilla-Málaga, tiene elementos barrocos singulares. Cerca se halla la necrópolis de Gandul, un poblado megalítico con dólmenes y ocho tumbas de enterramientos colectivos. En la barriada de San Agustín puede visitarse la iglesia proyectada por el arquitecto Barquín, de estilo campero andaluz. El centro de la ciudad, a pesar de su vocación industrial, está repleto de edificios de interés histórico y artístico, como el convento de las Clarisas, la iglesia de Santiago (XV-XVIII), el castillo almohade o la ermita de Nuestra Señora del Águila (XIV-XVI). Platos típicos: cocido de acelgas en colorao con pringá alcalareña, ajo meneao, la garbanza o el albur en amarillo con papas. Postres: biscotelas y tortas de Alcalá.

- Y qué más. Información en el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira (95 568 22 00) y en la página de la Diputación de Sevilla en Internet (www.dipusevilla.es).

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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