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Annan exige que se ponga fin de inmediato al derramamiento de sangre

Los pesos pesados de la diplomacia internacional se han dado cita en Oriente Próximo. Es el último intento, el más desesperado, por desactivar la crisis originada hace 12 días en los territorios autónomos palestinos y que ha acabado impregnando a otros países árabes. El primero en llegar fue el secretario general de la ONU, Kofi Annan, quien, como todos los demás emisarios, ambiciona un único objetivo: evitar los riesgos de una guerra y encarrilar el proceso de paz. Ayer, poco después de llegar a Israel, pidió que se ponga fin a la violencia.

"Hay que parar esta violencia" e "impedir que se extienda", pidió ayer públicamente el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, desde Tel Aviv, después de entrevistarse con el ministro israelí de Asuntos Exteriores y responsable de la seguridad interior, Shlomo Ben Ami. Annan iniciaba con estas palabras una difícil misión mediadora, que le llevó ayer mismo por la noche a Gaza, donde se reunió con el presidente palestino, Yasir Arafat. Hoy, el emisario de la ONU tiene previsto reunirse con el primer ministro israelí, Ehud Barak, y volverá a encontrarse con Arafat. Annan no ha fijado fecha de salida y podría quedarse en la zona al menos durante cuatro o cinco días.

La ONU, a través de su secretario general, ha empezado a mediar por primera vez en el conflicto entre israelíes y palestinos. Annan se ha visto obligado previamente a vencer las resistencias y desconfianzas de Israel, que históricamente se ha venido oponiendo a cualquier tipo de intromisión de este organismo en el contencioso con los palestinos, al considerar que todas sus resoluciones constituyen un ataque sistemático al sionismo y a los judíos.

Annan coincide en la región con otro peso pesado de la diplomacia internacional: el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Ígor Ivanov, quien asegura llevar en su cartera un plan global para resolver la crisis, que implica el restablecimiento de la paz entre israelíes y palestinos, la reapertura inmediata de negociaciones y el reinicio de conversaciones entre Tel Aviv y Damasco.

La misión diplomática de Ivanov en Israel se iniciará hoy, martes, después de haber visitado Beirut y Damasco.

"Ante todo se debe poner fin a la violencia contra los ciudadanos palestinos. La población civil no debe morir. Es imprescindible conseguir que la violencia ceda paso al diálogo", aseguró Ivanov en Damasco, instantes antes de entrevistarse con el presidente sirio, Bachar el Asad.

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Con la llegada de Ivanov a la zona, Moscú trata de recuperar el protagonismo perdido en el conflicto de Oriente Próximo, recordando a la opinión pública, y en especial a la comunidad árabe, que fue, junto con Estados Unidos, uno de los copatrocinadores del proceso de paz hace nueve años. Sus estrechos vínculos con Damasco le permitirán desempeñar un papel importante en la solución de la crisis creada por el secuestro de los tres soldados israelíes por parte de la guerrilla de Hezbolá, vinculada militarmente al régimen de Siria y religiosamente al de Irán.

El siguiente en llegar a la región será el español Javier Solana, representante de la Unión Europea para la política extranjera y de seguridad común (PESC), que reforzará con su misión la tarea que durante los tres últimos años ha estado efectuando en la región el enviado especial de la UE, el también español Miguel Ángel Moratinos.

La misión de estos emisarios sobre el terreno está viéndose reforzada por la "diplomacia de los teléfonos", que ha permitido crear una red de solidaridad entre los países más lejanos, pero que invariablemente tienen como epicentro Egipto, donde Hosni Mubarak se ha convertido, para israelíes y palestinos, en la gran esperanza. Nadie discute el protagonismo de Mubarak y de su ministro de Asuntos Exteriores, Amer Musa, en la mediación del conflicto. No en vano es, junto con el presidente norteamericano, Bill Clinton, y el propio Yasir Arafat, el último superviviente del proceso de paz, tras la muerte, en poco menos de tres años, de los reyes Hassan II de Marruecos y Hussein de Jordania y del presidente sirio Hafez el Asad.

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