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Un millón de negativos

JOSU BILBAO FULLAONDO De nada sirve hacer fotografías si luego no se conservan convenientemente. Sin restar nada al presente, podemos decir que su auténtico valor surge con el paso del tiempo. En unos casos mantienen sencillamente el recuerdo, en otros incrementan su dimensión y se hacen necesarias para la comprensión de la historia. Sensible a la importancia de estos documentos la Kutxa de Guipúzcoa inició en 1973 la creación de unos fondos fotográficos que en la actualidad superan la cifra del millón de negativos. Esta es la fuente de donde, entre otras muchas cosas, han surgido los cinco volúmenes de Argazkiak, imágenes de San Sebastián y su provincia desde principio de siglo. Por otro lado, en el mismo archivo se ha encontrado material suficiente para llevar a cabo, estos tres últimos años, exposiciones sobre Un siglo de fotoperiodismo. Una fórmula acertada para poder mostrar parte de todo el material del que disponen.

Las primeras adquisiciones para la fototeca provienen de Carter y Marín, dos conocidos fotógrafos comerciales del San Sebastián de principio de siglo. Los lotes ofrecen una gran variedad temática. Se pueden encontrar cuadros familiares, temas políticos, sociales, deportivos o lúdicos. Tampoco faltan numerosas escenas taurinas recogidas por Marín que también participo en la elaboración de unas series coleccionables de vistas, con gran difusión en los años veinte.

A estos dos archivos iniciales se añadieron algunas donaciones y otras compras. Su catalogación inicial corrió por cuenta de Francisco Urquiola, de forma que las fotos almacenadas se podían poner al servicio de todos aquellos que estuviesen interesados. Los fondos siguieron aumentando. Las aportaciones han venido del Ayuntamiento de Getaria, la familia Arrillaga de Azkoitia y otros particulares. Legado del Gobierno Civil fueron los generosos archivos de los periódicos La voz de España y Unidad. Además, hay que añadir la colección de Arturo Delgado, con eminente carácter sociopolítico; las diapositivas de Alfredo Feliú con algo tan preciso como las fiestas populares de numerosos pueblos de Guipúzcoa; las movilizaciones callejeras y los personajes típicos de Carlos Villagrán o las variopintas carpetas de Jesús Gallego.

Inicialmente, el sistema de búsqueda era un tanto artesanal. Según crecía el volumen las dificultades para localizar las imágenes aumentaba. Esta enormidad de imágenes ha exigido su informatización para agilizar su búsqueda y posibilitar un uso racional. Hoy se piensa en la digitalización total de negativos y copias, pero queda a la espera de mejoras tecnológicas. Los primeros en mostrar interés por la fototeca fueron investigadores y editoriales.

Cada día son más las personas y entidades interesadas. Su explotación comercial sirve para amortizar gastos de ampliación, mantenimiento y mejora de instalaciones. Los criterios de venta varían en función de la utilización prevista, en cualquier caso se mantiene una defensa estricta de la propiedad intelectual. En la edición sobre fotoperiodismo de este año, en las salas Boulevard, ofrecen al visitante una carpeta con fotos que son muestra cualificada de todo este almacén icónico.

En ella encontramos, desde una vista de La Concha en 1901, hasta la reciente toma de los cubos del Kursaal fustigados por las olas que rompen en la desembocadura del río Urumea. En ese transcurso de tiempo aparece Azorín de paseo con sus amigos; una carrera ciclista; al torero Rafael el Gallo brindando un toro; los bertsolaris Lujambio, Txirrita y otros siete más posando ante el Victoria Eugenia; una escena de la guerra civil; inundaciones en el Antiguo o incluso una parada del alarde de Hondarribia. Un cóctel complejo de todo un siglo donde falta algo obligado: la firma de sus autores.

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