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El Encuentro Mundial teme que el mercado elimine las funciones simbólicas del arte

Vidal-Beneyto hace un llamamiento para salir del "déficit abominable de creación"

Ferran Bono

Cuando la creación artística se convierte en una mera mercancía que sólo tiene como objeto la gratificación del consumidor, el arte se empobrece y pierde las funciones simbólicas que le han sido asignadas por la tradición cultural. Una situación derivada de la globalización, en la que el mercado representa los valores universales y donde la industrialización caracteriza el sistema cultural. Estas ideas fueron planteadas ayer, en la primera jornada del Encuentro Mundial de las Artes, que reúne en Valencia a más de dos centenares de expertos y artistas de seis disciplinas distintas.

En la sesión plenaria del encuentro, organizado por la Generalitat valenciana bajo los auspicios de la Unesco, Tomás Llorens, coordinador de esta última área y conservador jefe del Museo Thyssen, señaló que el arte siempre ha tenido una función pública y educadora, que ahora está amenazada por la condición de producto destinado a satisfacer la esfera privada. A ello se suma la uniformización de la creación artística, favorecida por la globalización de las comunicaciones, con lo que la creación artística se asimila a cualquier otro espectáculo.Esa pérdida de sentido del arte se agudiza con las políticas culturales institucionales basadas en la proliferación de museos, actividades y exposiciones, que no aportan elementos de análisis ni criterios de selección, según este planteamiento. No obstante, hay voces que sí discrepan sobre los posibles efectos perversos de una vulgarización del arte, sí ponen énfasis en los beneficios del gran potencial comunicador de la sociedad globalizada.

En la dialéctica entre público y privado, Llorens consideró muy preocupante la "renuncia de las funciones simbólicas del ámbito público". Como respuesta a este problema surgen los movimientos encaminados a recuperar los valores locales, buscando otras formas de simbolismo identitario, lo que da lugar también a nuevos nacionalismos. Es, por tanto, una problemática que no se ciñe únicamente al mundo de las artes plásticas.

En este sentido, algunos estudiosos, como el crítico Jean Clair, director del Museo Picasso de París, presente en las jornadas, hacen especial hincapié en la responsabilidad del artista. Enmarcado en una línea del pensamiento francés muy crítica y apocalíptica con respecto a la globalización, Clair defiende la importancia de la estructura legal del Estado-nación como respuesta ante los efectos perversos del mercado globalizado.

En cualquier caso, José Vidal-Beneyto, director del Encuentro Mundial de las Artes y consejero de la Unesco, hizo un llamamiento en la misma sesión plenaria, abierta a todos los participantes, a "salir del déficit abominable de creación en el que estamos", al tiempo que denunciaba la perpetuación de las fórmulas de innovación vigentes en el siglo XIX. Vidal-Beneyto reivindicó el espíritu de las vanguardias artísticas "como una expresión del adelantamiento social" para romper con el "enclaustramiento" de las artes, con el fin de hacerlas "más accesibles" a la sociedad.

El director del encuentro, que finaliza mañana, lamentó que "los creadores por excelencia", como el compositor italiano Luciano Berio, que el jueves recibió el primer Premio Mundial de las Artes, sean prácticamente desconocidos para la gran mayoría del público.

También Francisco Jarauta, coordinador del área de arquitectura y diseño, se refirió en la misma sesión a los peligros de la reducción a los intereses de mercado del arte, que funciona a modo de "sismógrafo" de los problemas, subrayando la industrialización del sistema cultural.

El crítico y coordinador de música Juan Ángel Vela del Campo señaló, por su parte, que los cambios de siglo siempre han sido muy significativos -del Renacimiento al barroco o del clasicismo al romanticismo-, pero en la actualidad no se sabe muy bien cuál es la música del momento. En su opinión, la revolución de 2000 procederá del "espectador, que tendrá que elegir los nuevos caminos para transitar, para percibir la música", en una amplísima oferta que incluye desde la intimidad de la música de cámara hasta el gran espectáculo en que se ha convertido la ópera.

En la sesión vespertina del área de teatro, coordinada por el director Juan Antonio Hormigón, la actriz Irene Papas señaló que el primer problema del teatro es el idioma, que dificulta a los montajes para cruzar fronteras, a diferencia de la música o la danza. El ensayista José Monleón también abundó en los efectos del mercado, que, en vez de ser una forma económica, se convierte en una ideología que influye sobre todas las artes.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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