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Tribuna
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Deudas Gil

Jesús Gil anda despendolado buscando facturas, las que sean, que justifiquen los 35.000 millones del ala que no hay manera de justificar, según las investigaciones del Tribunal de Cuentas. Hace años, dirigiendo el extinto Diario 16 Málaga, ya alertamos de lo que se le podría venir encima al alcalde de Marbella por hacer de la ciudad, del Ayuntamiento, su cortijo particular. Entonces, el que esto firma recibió tal oleada de insultos que ni metiendo mi cuerpo en una lavadora industrial, con lejía pura, hubiera salido limpio. Los hechos son tozudos y colocan a cada uno en su sitio. A Gil le queda un auténtico calvario y aunque tenga detrás uno de los mejores bufetes de abogados de España le será difícil, por no decir imposible, encontrar facturas que documenten los miles de millones de pesetas cuyo destino final se desconoce.Está al caer la sentencia del caso de las camisetas del Atlético de Madrid y, por indicios que circulan en los juzgados, Gil no saldrá de rositas. El alcalde de Marbella tendrá que someterse al dictamen de la justicia gracias a la tozuda labor del juez Torres y del fiscal Castresana, también vapuleados por la incontinencia verbal de Gil. Pero el problema no es el alcalde, sino lo que deja detrás.

La ciudad de Marbella ha padecido y padece la esquizofrénica megalomanía de un alcalde que la quiso poner a su servicio, saltándose a la torera todo aquello que le impidiera cumplir sus faraónicos objetivos, muchos de los cuales, por suerte, se quedaron en promesas electorales.

Isabel García Marcos, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Marbella, merecedora de los mayores insultos salidos de la boca de Gil, puede ver culminada su descomunal y, a veces, solitaria lucha para que el cortijo Gil, o sea, Marbella, no siga siendo el huerto particular de donde nutrir sus ambiciones personales. El ineludible pleno municipal a celebrar en este mismo mes puede sacar a la luz a otros compañeros de viaje de Jesús Gil que gracias a la ingeniería financiera y fiscal, de convenios y prebendas urbanísticas, de silencios comprados y contubernios económicos, consiguieron pingües beneficios. En el huerto de Jesús Gil aún quedan muchas cosas por descubrir.

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