Embrión de un dilema
Seleccionar genéticamente los embriones obtenidos por fecundación in vitro es una práctica rutinaria cuando se sabe que los padres son portadores de enfermedades hereditarias. Hasta ahí no tiene nada de particular ni de novedoso la decisión de Lisa y Jack Nash, la pareja de Colorado (EE UU) que, con ayuda de la selección genética, concibió un bebé sano para salvar con las células de su cordón umbilical a su otra hija, nacida con una anemia mortal. Pero los Nash hicieron algo más que eso. De los 15 embriones que habían obtenido por fecundación in vitro, 11 hubieran dado lugar a bebés sanos de la anemia. Entre ellos seleccionaron a uno que, además, tenía una composición genética óptima para servir como donante para su hermana. Ésta es la novedad.La biomedicina permite ya someter a los embriones obtenidos por fecundación in vitro a un pequeño número de análisis genéticos, de los que sólo una minoría son de uso habitual. Con el genoma humano descrito por completo, es sólo cuestión de pocos años que la totalidad de los genes de cada embrión pueda examinarse para predecir -y seleccionar- miles de características personales que hasta ahora se dejaban al azar de la fecundación.
La legislación de la mayoría de los países, incluida la española, permite y estimula los análisis necesarios para seleccionar un embrión libre de las mutaciones genéticas letales que portan sus padres. Pero las mismas leyes prohíben esos análisis cuando lo que pretenden es seleccionar otras cualidades de los embriones que no afectan a su viabilidad: sexo, altura, inteligencia o -como en el caso de los Nash- sus propiedades de histocompatibilidad. La frontera entre seleccionar un embrión para evitarle una enfermedad y hacerlo para mejorar sus propiedades generales es muy difusa. Si la ley no se pone al día, serán las clínicas de reproducción asistida las que actualicen sus ofertas a los padres.
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