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Crítica:ÓPERA - 'CELOS AUN DEL AIRE MATAN'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De amores y olvidos

En clima de gran expectación comenzó ayer la cuarte temporada de ópera del nuevo Real. Asistieron los Reyes de España, la infanta Margarita, la esposa del presidente del Gobierno español, los presidentes de Hungría y Malta, El Gran Maestro Soberano de la Orden de Malta y, en fin, en el terreno ligado a la música, desde Teresa Berganza hasta Josep Caminal, director general del Liceo de Barcelona. A efectos sociales, ayer el Real parecía La Scala en día de San Ambrosio.Por segundo año consecutivo, el Real inaugura temporada con un título XVII. A Monteverdi le ha sucedido Juan Hidalgo, en una obra familiar en las enciclopedias pero no como espectáculo vivo. El cuarto centenario del nacimiento de Calderón de la Barca ha facilitado la operación de rescate. Francesc Bonastre, autor de la edición crítica, afirma en sus comentarios del programa de mano que su trabajo es una simple aproximación a lo que pudo haber sido la imagen sonora de Celos aun del aire matan. "A no ser que encontráramos una partitura jamás podríamos saber exactamente cómo debió sonar en su tiempo. Mi única meta ha sido la de provocar, en el oyente de hoy que posee su propio canon y su peculiar imaginario de la música barroca, un encuentro coherente con el legado documental genuino; si con ello he podido contribuir a que el oyente actual sienta la emoción de los afectos y asuma el ejercicio intelectual de la propuesta, mi trabajo no habrá sido en vano".

Celos aun del aire matan

Música: Juan Hidalgo. Libreto: Pedro Calderón de la Barca. Versión dramatúrgica de García Valdecasas. La Grande Ecurie et La Chambre du Roy. Director musical: Jean Claude Malgoire. Director de escena, escenógrafo y figurinista: Pier Luigi Pizzi. Con Ángeles Blancas, Giuseppe Filianoti, Darina Takova, Juanita Lascarro, Carlo Lepore, José Julián Frontal, Emilio Sánchez, Olga Pitarch, Gloriana Casero, Philippe Jaroussky y Toni Gubau Bosch. Coro de la Sinfónica de Madrid. Teatro Real, 4 de octubre.

No lo ha sido. Sin entrar en disquisiciones musicológicas -música adicional perteneciente a la tradición española del XVII; exceso de intérpretes masculinos en el reparto, como denunciaba Jordi Savall hace unos días- y ciñéndonos únicamente a la representación, hay que destacar dos aspectos: la belleza con que llega el texto de Calderón y la imaginativa solución escénica de Pizzi. El director de escena italiano está en su salsa en estos montajes barrocos. Despliega un cromático vestuario; posee un gran dominio del artificio y la maquinaria teatrales; dosifica en su justa medida misterio y espectacularidad, con el añadido de una coreografía y una iluminación muy precisas, para conseguir una atmósfera de encantamiento.

La interpretación musical fue harina de otro costal. Malgoire hizo una lectura aseada pero raras veces se despegó de la monotonía. Quizá un director menos convencido y más convincente, menos regular y más entusiasta, habría dado otro aire más vital al asunto. Pienso en Minkowski, o en Jacobs, o en Garrido, por ejemplo.

El elenco vocal se situó en la corrección, aunque sin alcanzar del todo la unidad estilística. El texto se entendió con claridad en gran parte de las voces y esto, con Calderón, es importante. Destacaron por unas u otras razones: Juanita Lascarro, gracias a su belleza tímbrica, sobriedad y elegancia; Ángeles Blancas, por su empuje y apasionamiento; Giuseppe Filianoti, por su claridad y precisión en la dicción.

El olvido de Celos aun del aire matan se ha remediado. El Real se ha impuesto a los designios de Diana. La música española está de fiesta.

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