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El cineasta polaco Jerzy Has fallece en Lodz a los 75 años

El autor de 'El manuscrito encontrado en Zaragoza' fue pionero del nuevo cine europeo

El cineasta polaco Jerzy Has murió ayer en un hospital de Lodz a los 75 años. Perteneciente a la llamada primera generación de la posguerra, Has, nacido en Cracovia en 1925, fue el realizador de El manuscrito encontrado en Zaragoza en 1964, sobre la obra de Jan Potocki. El también director polaco Andrzej Wajda definió a Jerzy Has como un realizador "independiente y original" y destacó el gran vacío que supone su fallecimiento en el panorama cinematográfico de su país.

Fue peculiar la trayectoria de Wojciech Jerzy Has. Porque si por una parte, por biografía -había nacido en Cracovia, en 1925; vivió, por tanto, las vicisitudes de la cruel II Guerra Mundial, la conversión de su país en una democracia popular bajo la égida de Moscú, el nacimiento de Solidarnosc y hasta el final del telón de acero- pertenecía a la llamada primera generación de la posguerra, la mayor en toda la historia del cine polaco, fue por temperamento un creador extremadamente personal, nunca encasillado en ningún grupo o movimiento, a pesar de que, como la mayor parte de sus coetáneos, se benefició en gran medida de la descentralización de producción que los responsables culturales comunistas pusieron en práctica desde mediados de los años cincuenta, y que habría de hacer del cine polaco una de las propuestas más sugestivas y pioneras dentro del llamado nuevo cine europeo de los sesenta.Compañero de generación del gran Andrzej Wajda, pero también de cinestas menos conocidos en España como Andrzej Munk, Kasimierz Kutz, Jerzy Kawalerowicz (el extraordinario director de Faraón, uno de los mayores kolossals de la historia del cine europeo) o de Tadeusz Komwicki, Has debutó en el cine en fecha muy temprana, en 1947, y durante casi una década vivió un largo periodo de aprendizaje, dedicado a rodar numerosos cortometrajes, documentales e incluso películas científicas.

Su primer título de ficción es de 1958, Petla, y desde entonces, y hasta 1986, estuvo en activo con una producción constante, prácticamente un título por año, especialmente significada entre finales de los cincuenta y comienzos de los setenta, películas, como buena parte de los cineastas del Este, que llegaron sólo a algunos mercados europeos, especialmente a Francia, donde contó siempre con un sector de la crítica entusiasta y entregada.

Su cine fue apenas conocido en España y, sin embargo, su nombre está íntimamente asociado a nuestra cultura. Como buena parte de sus compañeros de generación, Has cultivó con fruición la adaptación literaria. Lo hizo, por ejemplo, con Boleslaw Prus, en Lalka (1968), con Anton Chéjov en Una historia banal (1982), su regreso al cine tras un largo paréntesis; y lo hizo también, igualmente, con dos de los más peculiares escritores polacos, el conde Jan Potocki y Bruno Schultz, y con ambos obtuvo sus mejores logros. De Potocki, Has adaptó todo un clásico del fantástico decimonónico, El manuscrito encontrado en Zaragoza (1964), la única de sus películas bien estrenadas en nuestras carteleras, un filme que la memoria atesora como lleno de aciertos de humor surreal, casi una amable película de horrores, protagonizada por el actor más emblemático del cine polaco, Zbiegniew Cybulski, a quien Wajda había hecho antes merecidamente célebre. Y de Schultz, quien esto firma recuerda aún con estupor su inmersión fantástica en El sanatorio de la clepsidra (1973), tal vez la última de las obras maestras de una producción que habría de durar aún casi quince años más, aunque, como a tantos otros, aquí terminamos por perder la pista de su extraño genio, su muy peculiar dominio del tiempo, su capacidad de recrear espacios oníricos de restallante, singular belleza.

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