El desastre
Miguel Abellán fue recibido con una pitada por su mala cabeza y agredir periodistas, y la revancha que se tomó fue fracasar sin paliativos. El Califa, con quien toreaba mano a mano, fracasó también. O sea, un desastre.Echarán la culpa a los toros (y a los periodistas de paso) pero quienes tenían culpa del fracaso eran los propios toreros.
A la actitud y a las formas de los toreros nos queremos referir. Con esa actitud y esas formas no se viene a Madrid ni se lidian los toros de casta fiera y temperamento bronco. Con esa actitud y esas formas mejor está uno de oficinista tan serrano.
¡Oh, sí, los cojones de los toreros! No es que servidor se meta ahora en malas lenguas (pues bien que lo siente, la verdad) sino que trae las que emplea la mayoría de los toreros de la nueva ola,Miguel Abellán entre ellos. Proclaman estos toreros de la nueva ola que tienen más cojones que el público (y los periodistas, y los conspicuos del 7) para ponerse delante de un toro. Lo cual no deja de ser una obviedad.
Alcurrucén / Califa, Abellán
Toros de Alcurrucén (cinco se habían rechazado en el reconocimiento, uno devuelto por inválido), dos primeros mal presentados, resto con trapío, mansos, de feo estilo. 5º, sobrero de Sánchez Arjona, con seriedad y trapío, manso, dificultoso.El Califa: pinchazo escandalosamente bajo, estocada corta escandalosamente baja, bajonazo -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo, estocada trasera caída, rueda insistente de peones -aviso- y descabello (silencio); pinchazo perdiendo la muleta saliendo perseguido y estocada corta escandalosamente baja (silencio). Miguel Abellán: dos pinchazos, estocada perdiendo la muelta -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo hondo atravesado, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada caída (palmas). Plaza de Las Ventas, 30 de septiembre. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.
Sin embargo parecen ignorar que con quienes se les compara no es ni con los del 7 en particular, ni con el público en general, ni con el censo de periodistas, sino con sus colegas los toreros. Un ejemplo: a Belmonte se le comparaba con Joselito y a Joselito con Belmonte; no con el empleado de una imprenta que había empeñado el colchón para verlos torear.
Fruto de la comparación y del debate que suscitaba, los ponían mano a mano, para que se viera quién era el de los cojones. E iban el uno a por el otro, intentando superarlo en arte, en destreza y en lo que hay que tener.
El mano a mano El Califa-Miguel Abellán en cambio, se sustanció sin competencia alguna. Cada uno a los suyo y por su orden. La diferencia de esta corrida con otra cualquiera consistía en que en lugar de tres matadores había dos, y en lugar de corresponderles dos toros habían de lidiar tres.
Y los lidiaron sin pena ni gloria. O quizá se les excusa en demasía pues con aquellas actitudes daban pena, francamente. Claro que a lo mejor no era cuestión de actitud sino de aptitud. Una sola letra cambia radicalmente el jucio. Pasa mucho si se habla en plata. Y la sensación que dieron ambos es que no están capacitados para torear toros dificultosos.
Las dificultades que se traían los toros no eran absolutas. Frenándose de salida, echando las manos por delante, brincadores y topones, abantos y hudizos, tras pasar por la acorazada de picar -con la que manseaban- acababan dando juego diverso y podía ser bronco o de cierta boyantía. Entre los de la primera versión estuvieron el tercero y el sobrero de Sánchez Arjona, jugado en quinto lugar, que pusieron en evidencia a El Califa y su carencia de recursos lidiadores.
El Califa dispuso de mejor género con el primero, y lo que evidenció entonces fue su mediocridad y su desahogo para acuchillar a los toros por los blandos
Miguel Abellán recibió a los de su lote a porta gayola. Se trataba de un gesto, por supuesto; mas ahí quedaba el alarde y ya no reunía en las verónicas, ni con la muleta hacía el toreo de parar, templar y mandar. El sexto, incierto y con genio, le arrolló dos veces en las largas cambiadas y le estuvo desbordando en su voluntarioso trasteo de muleta.
Le salieron otros toros manejables y los muleteó fuera cacho, sin ligar. En fin, esas cosas, ajenas al toreo puro que no seríamos capaces de hacer -¡ni locos!- los periodistas o los del 7, pero que han ejecutado con riesgo y honor los toreros verdaderos durante toda la historia de la tauromaquia.
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