Una familia de dos lesbianas con un hijo

Teresa y Almudena conviven desde hace cinco años, pero no viven solas. Cuando se conocieron, Teresa tenía un hijo de cinco años, fruto de una relación anterior. "Eso es lo que somos: una familia de dos lesbianas con su hijo". En estos cinco años, han sacado adelante a su familia "con miedo y empuje". Tanto miedo que todavía no se atreven a dar sus nombres reales, ni otros datos, como su domicilio. Y eso que su experiencia no ha sido "especialmente complicada". "Mi familia me apoya completamente", dice Teresa, "y eso ha sido muy importante para mi hijo, que ve cómo sus tíos, sus primos, sus abuelos nos tratan como a una pareja más"."Al principio, nos preocupamos. Buscamos consejo y preguntamos a una psicóloga, y su respuesta fue que actuarámos con naturalidad, sin secretismo, y que contestáramos cuando nos preguntara", comentan casi a la vez. "El niño sabe que somos pareja, ve que dormimos juntas, pero tampoco le apabullamos con demostraciones continuas", explican.

"Le hemos dicho que no todo es como le dicen en el colegio, que hay mujeres que quieren a un hombre, pero también otras que quieren a una mujer. También le hemos insistido mucho en que tenga ciudado y sea un poco prudente con lo que dice, que hay gente muy mala que no entiende la situación, igual que hay gente a la que no les gustan los de otra raza, y que no dijera lo nuestro hasta que no se sintiera cómodo para hacerlo, para que no le pudieran hacer daño".

Estos consejos parecen haber funcionado: "Una vez llevamos al niño a una psicóloga, preocupadas por todo lo que estábamos oyendo. A los tres meses, la psicóloga nos dijo que no necesitaba verlo más, que el niño lo sabía todo y era normal y completamente feliz".

Almudena convenció a Teresa para que se inscribieran en el registro de parejas de la comunidad de Madrid -"aunque no sirva para nada"-, y le gustaría poder adoptar al niño. "Vamos a dejarnos de tonterías del interés del menor: cuando tanto hablan los del PP, se les olvida que el derecho del niño es el de mantener sus lazos afectivos, el de seguir viviendo con quienes quiere y quienes le quieren", afirman al unísono. Si le pasara algo a Teresa, el pequeño tendría que irse -"contra su voluntad"- a vivir con su padre.

"Lo que hace daño a estos niños no es con quién viven, sino la hipocresía de la sociedad. Si la sociedad autorizara las uniones, los matrimonios, los niños lo verían como algo positivo. ¡Eso sí que sería actuar por el beneficio del menor! Nuestra casa no es diferente a otras. Si acaso, le prestas más atención al niño para compensar lo que la sociedad no le da", afirman rotundas.

Sobre los argumentos para negar la adopción a los homosexuales, ironizan: "Si la orientación sexual se contagiara de los padres, no habría gays o lesbianas. Todos hemos nacido de familias heterosexuales. Y lo de exigir una convivencia previa, es de risa: sería como obligar a que hubiera relaciones prematrimoniales antes de casarse".