Entre el caos de los adictos al volante y el disfrute de caminantes y ciclistas
"Estamos como sordas, es una sensación muy rara, hasta parece que entra menos gente a comprar". Mercè Vila, dependienta en una tienda de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia explicaba así cómo percibía el día sin coches. Las zonas cercadas por vallas y con agentes disuadiendo a los conductores de atravesar los puntos reservados al paso de caminantes y servicios públicos varios fueron jaleadas muy especialmente por los que transitaban en bicicleta y por los más mayores. Karen Hunt, de nacionalidad holandesa, estudia castellano en Valencia, se mueve en bicicleta y no entiende porqué la gente utiliza el coche para ir a cualquier parte en Valencia. "Hoy estoy feliz, estoy disfrutando, no me siento amenazada por los coches". Algo parecido a lo que sintieron Reina Alonso, de 72 años, y su esposo, Andreu Veí, de 79. "Nena, los dos tenemos que llevar bastón para caminar, los semáforos duran muy poco rato en verde y la gente se vuelve loca pitando. Es horroroso. Todos los días tenían que ser como hoy". Pero del otro lado de las vallas, los conductores, no estaban tan entusiasmados. De hecho, había quien, como Marian, una joven de 28 años, pensaba que había una amenaza de bomba cuando al llegar a la altura de la estación ha visto que no podía girar hacia el Ayuntamiento. Y es que muchos no lo sabían, otros, como Ferran López, pensaban que no iba en serio, y los que estaban prevenidos se encontraron con que allí donde se suponía que se podía circular había una manifestación, la de los transportistas contra la subida de los carburantes. "Una locura, esto es hoy una locura, peor que un día normal. Los que conducen están alterados y muchos de los que suben al autobús, es su primera vez, no saben ni dónde tienen que bajarse. Sólo nos faltaba hacer de guías", aseguraba un conductor de la EMT.
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