Los ecologistas quieren forzar una moratoria en la construcción de campos de golf en Cataluña
Los campos de golf se extienden por la geografía catalana, a pesar de que el desaforado consumo de agua que requiere el cuidado de sus verdes y selectivos céspedes es incompatible con el seco clima mediterráneo y con la creciente sequía que afecta a casi todo el territorio. Ésta es la opinión de las entidades ecologistas catalanas, que en breve iniciarán una campaña contra la construcción de estas instalaciones deportivas con el objetivo de forzar a la Generalitat a dictar una moratoria que impida la implantación de nuevos campos.
Incompatibilidad
Las entidades ecologistas consideran que el elevado dispendio en trasvases y plantas desalinizadoras que las administraciones están dispuestas a efectuar a lo largo de los próximos años podría evitarse con medidas tendentes al ahorro y al fomento de una nueva "cultura del agua".La Plataforma de Oposición a los Trasvases (POT), integrada por entidades y asociaciones ecologistas de Cataluña y el Rosellón, realizó el pasado domingo una jornada de trabajo para preparar una futura cumbre en la que fijar la estrategia de la campaña.
Esta jornada sirvió también para mostrar el apoyo a la plataforma Salvem Vilanera, que intenta evitar la implantación de un nuevo campo de golf en L'Escala (Alt Empordà). El proyecto de esta instalación prevé la construcción de un campo de golf de 18 hoyos y la edificación de más de 300 viviendas, dos hoteles y un edificio de servicios. La aparición de restos arqueológicos en la zona donde debe estar ubicado el club, que ha obligado a realizar una intensa excavación, está dilatando un proyecto que data de 1992.
Los ecologistas ven incompatible el progresivo encarecimiento del agua, un bien cada vez más escaso, y su uso en actividades lúdicas elitistas. "Gastar 12.000 millones de pesetas en una planta desalinizadora parece una locura si después esa agua, pagada a precio de oro, se utiliza para regar un campo de golf". Así se expresa Enric Pardo, de la Asociación de Naturalistas de Girona (ANG), refiriéndose al costoso proyecto para desalar el agua del mar que la Generalitat prevé llevar a cabo en Blanes y otros tres o cuatro enclaves de la costa catalana.La construcción de campos de golf está alterando, a juicio de las entidades ecologistas, el paisaje tradicional y el equilibrio ecológico de muchos parajes de Cataluña. Las comarcas del Alt y el Baix Empordà constituyen un ejemplo palmario de este fenómeno, en el que el abandono de los cultivos tradicionales, el embate del urbanismo y la construcción de campos de golf ha acarreado graves problemas de carestía de agua. El clima no ha ayudado en absoluto. La escasez de lluvias, casi endémica desde los últimos 10 años, ha tenido este año efectos desoladores. En plena entrada de otoño, algunos bosques caducifolios presentan un aspecto que parece más propio de pleno invierno.
Por contra, el consumo de agua, lejos de correr paralelo a esta creciente escasez, se incrementa de forma imparable. A los campos de golf hay que añadir el progresivo abandono de los tradicionales cultivos de secano por el maíz, que ofrece mayor rentabilidad, pero, a cambio, consumen mucha agua.
Casi todos los municipios de las comarcas de Girona que no dependen de la cuenca del Ter han tenido problemas de agua durante este verano, aunque no se ha llegado a las restricciones.
La campaña de las entidades ecologistas también pretende lograr que no se aprueben planes parciales para convertir suelo rústico en urbano en ningún municipio, si antes no puede asegurarse su consumo de agua. Muchos municipios de la llamada segunda línea de mar, en el Empordà, están pagando esta imprevisión. El caso de Gaüses, un pequeño pueblo situado en la encrucijada del Gironès, el Alt y el Baix Empordà, resulta ilustrativo al respecto. Sufrió durante el mes de agosto restricciones de agua durante una semana a causa del incremento del consumo de agua que han supuesto las segundas residencias, la mayoría dotadas de extensos céspedes y piscinas. Existe un elevado número de municipios del Empordà que están incrementando su suelo urbanizable ignorando que sus reservas de agua no serán suficientes para abastecer a las nuevas viviendas. Los ecologistas afirman que muchos ediles valoran los impuestos que reportan las nuevas construcciones por encima de la sostenibilidad de sus pueblos.
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