Luz de tarde
Con la ambigua luz de la tarde -cielo azul y grana e inquietantes destellos blancos-, en la callada hora en la que entrevemos ese otro orden que se entrecruza con el nuestro como iluminaciones inciertas, cuando, como dice el escritor John Berger, es mayor la soledad, más intenso el dolor y cruel el abandono, intento reflexionar sobre lo ocurrido estos días.Un vendedor de golosinas, gente sencilla con la que nos rozamos cada día y hasta quien enviamos a nuestros hijos a satisfacer su pequeño ritual consumista; un apreciado intelectual, hombre honesto y lúcido, templado y tolerante como el que más. El uno muerto en Zumárraga, el otro malherido en San Sebastián. La bestia se siente más segura que nunca, siente que ya no necesita del marketing político. Que los suyos lo son de modo incondicional, que el fanatismo ha arraigado y se ha curtido, y que el espanto, despojado de cualquier relato legitimador, lo es más.
El lehendakari Ibarretxe interrumpiendo el pasado viernes el homenaje al "Vasco Universal" e intentando aliviar su soledad con un aplauso compulsivo. Un lehendakari de expresión crispada y aire de impotencia, hasta el punto de mover a lástima. Eduardo Chillida -tierra, mar, aire, lluvia- desolado y punto, que cada hombre arrastra su propio drama. Pero su familia y su obra fuertemente protegidos porque reciben en su casa al rey. San Sebastián, escenario de un conato de enfrentamiento. ¿La calle para quien la trabaja? La calle para el ciudadano en libertad. O así debiera ser. Parlamentarios formando parte, presuntamente, de una trama conspirativa y asesina. Parlamentarios de la mayoría gubernamental hasta hace cuatro días. Y detenciones; algunas detenciones que nada garantizan hoy por hoy.
Después de una tregua que ha permitido un ensayo general de régimen etnicista a través de Udalbiltza y el Pacto de Lizarra, con el apoyo "de todos los partidos abertzales", como gusta decir el alcalde francés, y el de ETA -no olvidarlo-. Un ensayo que lo hace respetable y creíble, y no un mal sueño de cuatro iluminados. Respetabilidad que perdurará en el tiempo y hará más tenaz la pesadilla totalitaria.
Con un Gobierno vasco en minoría parlamentaria necesitado de apoyos exteriores. Un ejecutivo impedido de aprobar unos presupuestos o tener cualquier iniciativa legislativa. Con un país paralizado, la vida también se interrumpe.
La situación que viviemos es de tal gravedad, que si no nos halláramos en el Occidente próspero, en la Europa comunitaria y bajo el paraguas y la inercia de una Estado constitucional como el español, si fuéramos ese paisito independiente con el que algunos, los más ingenuos, sueñan, ya estarían desarrollándose fenómenos similares a la Alemania de entreguerras (con la que a veces nos comparamos, pero de la que estamos aún lejos): gobiernos a lo Von Papen con aspiraciones abiertamente autoritarias, proyectos de nacionalismo xenófobo y totalitario (algo de esto hay ya), ensayos demagógicos con aquel ridículo partido de nazis al que "nosotros sabremos manejar" (como decía Schleicher y, luego, Von Papen). En fin, toda aquella panoplia que condujo a Europa al desastre.
Algo de aquello se atisba hoy como parodia cuando Joseba Egibar habla de una "nueva arquitectura" (¿un Estado nuevo?) o en la extrañas manifestaciones del anciano Xabier Arzalluz.
Pero estamos a tiempo, aún estamos a tiempo. Unas elecciones autonómicas inmediatas que devuelvan la iniciativa y la confianza a la ciudadanía, y una negociación posterior responsable para formar un gobierno de concentración democrática, alejarían definitivamente el fantasma totalitario de la vida cotidiana (no la violencia, claro, que remitiría más lentamente).
Y, como se apaga la tarde en azules, rojos y negros, muchos, con las libertades esencialmente aseguradas, no dudaríamos en preferir la vida privada y social a la pública que tantas tardes nos ocupa.
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