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La racionalidad sanitaria en el gasto farmacéutico

La factura en medicamentos del Sistema Nacional de Salud se sigue incrementando, de manera que en el pasado mes de julio ha superado, por primera vez, la cantidad de 100.000 millones de pesetas. Aunque hay diferencias según las diversas demarcaciones territoriales, todas ellas crecen notablemente. El aumento relativo desde julio del año pasado ha sido de casi el 9% y únicamente Andalucía y el llamado territorio Insalud muestran unos crecimientos relativos algo inferiores a la media española. Según el director general de Farmacia, el récord del mes de julio obedecería a una maniobra de los colegios de farmacéuticos que habrían aguardado hasta el último día para cerrar la contabilidad, de forma que se cobraran todas las recetas posibles antes del 1 de agosto, fecha en la que entraba en vigor el decreto que reduce los márgenes comerciales de las farmacias.Prescindiendo del estupor que produce esta "explicación -que significa que el gasto de julio de 1999 se infravaloró- la salida del responsable sanitario está en consonancia con la orientación general de las medidas propuestas para rebajar la factura farmacéutica: la reducción de márgenes, los precios de referencia o el copago. No atiende, en cambio, uno de los factores más determinantes del incremento del consumo: la prescripción.

Precisamente cuando se alcanzaba ese récord de gasto, se producía la retirada del mercado del fármaco Esidrex®, a iniciativa del propio laboratorio productor con la preceptiva autorización ministerial. Y, como se verá, cuesta interpretar esta decisión más que como una muestra de la poca atención que se presta a los criterios sanitarios a la hora de racionalizar el consumo de medicamentos. El Esidrex® es un diurético, denominado farmacológicamente hidroclorotiazida. Aunque existen distintas tiazidas, sólo había dos hidroclorotiazidas en el mercado español. El Esidrex® en comprimidos ranurados de 25 miligramos y el Hidrosaluretil® con 50 miligramos por comprimido. Probablemente el ministerio considerase que la supresión del Esidrex® no comportaría un desabastecimiento de la demanda.

Sin embargo, la cantidad de hidroclorotiazida por comprimido es un aspecto básico para adecuar la prescripción de este tipo de medicamentos cuando se utilizan para el control de la hipertensión arterial. Los diuréticos tiazídicos son fármacos de primera elección en estos casos y, entre ellos, la hidrocloritiazida junto con la clortalidona son los más estudiados, de forma que su prescripción es una de las opciones más racionales para medicar a las personas que padecen hipertensión. El relativamente bajo precio del Esidrex® lo convertía, además, en una opción eficiente.

La dosis de hidroclorotiazida que se recomienda es de 12,5 miligramos diarios. Un aumento de la dosis no se asocia a un incremento del efecto hipotensor y, en cambio, implica una probabilidad más elevada de efectos indeseables, entre ellos la pérdida de potasio y la alteración del perfil lipídico.

La existencia del Esidrex® permitía a los médicos prescribir un producto eficaz, seguro y relativamente económico, puesto que los usuarios pueden dividir en dos cada comprimido. Naturalmente, todavía sería mejor que hubiera una presentación con 12,5 miligramos, pero la alternativa de prescribir Hidrosaluretil® todavía resulta menos adecuada, ya que dividir en cuatro un comprimido es poco práctico y puede ocasionar problemas de dosificación.

Es posible que el laboratorio adujera un bajo volumen de ventas de la especialidad y que el Ministerio de Sanidad supusiera, por ello, que los inconvenientes de la decisión serían mínimos. Pero que sean pocos los médicos que optan por una prescripción razonable no es justificación suficiente para impedir a los que sí lo hacen que receten correctamente. La actitud de la autoridad farmacéutica más lógica sería incentivar las prácticas terapéuticas idóneas.

Más allá del hecho concreto, que ha ocasionado interferencias en los procedimientos de prescripción automatizada de medicamentos de uso continuado en muchos centros de atención primaria, conviene resaltar la poca importancia que se da a la calidad de la prescripción, la cual debe mejorar sustancialmente para conseguir un consumo farmacéutico más adecuado, no sólo desde la perspectiva económica sino, sobre todo, desde el punto de vista de la salud, porque como es bien sabido el abuso de medicamentos comporta graves riesgos para los pacientes.

Andreu Segura Benedicto es epidemiólogo y profesor de Salud Pública en la Universidad de Barcelona.

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