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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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El bosquimán

Un hombre de los bosques -el sonido viene del holandés- era un africano como todos los demás: vivía de la caza y de la pesca, y creía en la existencia de un ser supremo, creador del cielo y de la tierra: pero de una manera distinta de la que cree usted. Un bosquimán estaba en el Museo de Banyoles: allí fue raro un negro y se le exhibía. Ahora parece que la negritud, que es ciudadana, encuentra esa cuestión denigrante: devuelven a su patria el ¿qué?, ¿cadáver, momia, piel y serrín apolillados? Esta cuestión ha abrumado a los bañolmanes; no se sabe si mandarlo en un ataúd o en una caja de museo, como piedra estimada; lo mandaron a Madrid en secreto y quizá vaya un funcionario a Botsuana para asegurarse de que le entierran con honores, porque se ha firmado un protocolo en el que España exige piedad para lo que algunos llamarían su pieza. Es frecuente encontrarse con tantos casos de estulticia en que se mezclan cuestiones religiosas, animismo, miedos ancestrales, racismo.Sería temible que la cuestión cundiese y el Museo Británico tuviera que devolver todas las momias egipcias para que fuesen de nuevo metidas en las pirámides. Recuerdo de niño ver en el Museo Antropológico al Gigante extremeño: no sé si esa autonomía lo ha reclamado alguna vez, y qué ritos le haría Ibarra. Aquel museo lo dirigió un doctor ilustre que, cuando murió su hija amada y bellísima, la disecó, y la sentaba con él y sus invitados a la mesa, o en el pescante del coche para que fuera de paseo a su lado.

Siempre he creído que estas disecciones eran un honor temible: Lenin y Stalin momificados en la Plaza Roja, expuestos a una contrarrevolución: como, en efecto, les ha sucedido. Siempre me extrañó que una doctrina que debía estar en un movimiento perpetuo, que no debía congelarse en el pasado ni en un pensamiento inmóvil, rindiera ese horrible culto. Luego, Eva Perón, con su aventura misteriosa en Madrid. No sé ahora dónde está.

Mis seres queridos han sido incinerados, por su voluntad y la nuestra: la de pesar lo menos posible en este mundo cuando ya no se es nadie. Pero todo este asunto del bosquimán me llena de perplejidad y pesimismo: una cosa es la técnica, el conocimiento, ciertas formas de despertar del viejo bosque de donde venimos, y otra cosa es la imbecilidad de quienes la manejan.

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