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La fulgurante carrera de Sérpico

Cavallo, Miguel Ángel, para sus compañeros de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), y para algunos detenidos, para muchos, Sérpico o Marcelo, empieza su trayectoria como oficial operativo, perpetrando secuestros con datos y directrices del servicio de inteligencia argentino. Según Susana Burgos, uno de los testigos que relataron ayer ante el juez Baltasar Garzón la experiencia de su secuestro y torturas en la ESMA, en los que participó Cavallo, éste era "muy eficaz", "uno de esos chicos lindos que se vanagloriaba de sacar 20 detenidos de uno solo". Se los llevaba con vida a la ESMA y les sonsacaba información que permitiera nuevas detenciones.

En 1978, el Ejército asciende a Cavallo de teniente de fragata a teniente de navío y le nombra oficial de inteligencia de la ESMA, "nombre que le dan a los torturadores", aseguró ayer Juan Gasparini, el otro testigo citado en la Audiencia Nacional.

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Burgos recuerda que veía intermitentemente a Cavallo y que éste bajaba de madrugada a ver a los detenidos "para hablar con ellos", aprovechando "la vigilia que los acompañaba siempre". Bajaba duchado y cambiado, recordó ayer Burgos, y decía: "Vengo de operar".

Operar, en la jerga de los secuestradores de la ESMA, significaba secuestrar. Operaban en grupo de seis o siete, con un par de coches, tras haber pedido área libre, lo que les permitía entrar libremente en un domicilio y operar, sin que la policía se entrometiera en los asuntos de la ESMA.

"Sentía fundamentalmente miedo. Si se enojaban podían pedir mi traslado". El vocabulario de Burgos refleja la dureza de su cautiverio: trasladar era "meterte en un avión y tirarte al mar".

En 1981, Cavallo es ascendido a capitán y se traslada al centro diplomático de París, "para lavar la imagen de la dictadura argentina en el extranjero".

Ricardo Miguel Cavallo utilizó tres alias, uno por cada escalón de la estructura.

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