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LA OFENSIVA DE ETA

Asistentes al funeral en Madrid piden al Gobierno que "haga algo" contra ETA

Carlos E. Cué

El respetuoso silencio con el que centenares de personas siguieron ayer por la mañana en Madrid el funeral por Manuel Indiano se rompió sólo cuando su féretro abandonaba la colegiata de San Isidro. Allí, tras aplaudir el paso del cuerpo de Indiano, y con los políticos a menos de dos metros, algunos soltaron su ira y exigieron a los responsables que busquen ya una solución al problema. "Menos salir en la televisión y más hacer cosas", gritaba enfurecida una señora a la que el delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, pedía calma. "Unidad, unidad", coreaban otros. Este último grito, que se confundía con los de "ETA, asesina", no podía escucharlo ningún representante del PNV, sencillamente porque no los había. El lehendakari, Juan José Ibarretxe, prefirió concentrarse con su equipo de Gobierno en Vitoria. Nadie excusó la ausencia de algún representante del partido -hace sólo dos años, su portavoz Iñaki Anasagasti acudía a todos los actos similares que se organizaban en Madrid-. El líder del PSE, Nicolás Redondo, apuntaba que no acudían por temor a ser increpados.

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El obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez, leyó una homilía centrada en la "esperanza" en que todo esto acabe, y trató de confortar a los familiares, aunque no aludió al hecho de que Indiano esperaba un hijo de Encarnación Carrillo, con la que no se había casado.

El funeral, seguido casi con resignación en las filas traseras, donde se colocaba el público que abarrotaba la iglesia, se transformó en un paisaje desolador en la zona cercana al altar, donde estaba el féretro envuelto en una bandera de España.

A la izquierda, la familia, deshecha, algunos de ellos con la mirada perdida. A la derecha, los responsables políticos. El presidente del Gobierno, José María Aznar, con el rostro desencajado tras ver cómo el padre de Indiano se abrazaba a él en medio de un llanto silencioso pero desgarrador. El ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, visiblemente emocionado, con los ojos enrojecidos. Y Javier Arenas, secretario general del PP, que ya había pasado una larga noche en el tanatorio con la familia. Junto a ellos, el líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, con gesto endurecido. Y todos los demás partidos, salvo el PNV.

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