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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Asuntos internos

Antonio Augusto Fonseca, el guineano que el 20 de mayo entró con vida en la comisaría de Arrecife de Lanzarote y salió muerto de ella, falleció a causa del golpe que recibió en el cuello, y lo que hay que hacer es averiguar quién y en qué circunstancias se lo propinó. Ésa debería ser la directriz que oriente la investigación abierta por la Dirección General de la Policía, por una parte, y el Juzgado de Arrecife, por otra.Todo lo demás es querer confundir. Puede que Fonseca se dedicase al trapicheo de droga, que fuera irascible de carácter y que tuviera tendencia a echarse a correr nada más ver a los policías; incluso que se golpease con el espejo retrovisor de un coche. Pero nada de esto explica su muerte, y sí el golpe que alguien le dio con un objeto contundente a la altura del "núcleo carotídeo en el lado derecho del cuello", según la segunda autopsia, exigida por la familia a la vista de una primera que consideraba que la causa de la muerte pudo ser la ingestión de droga que el detenido se habría tragado en su huida.

La policía dice ahora que su especulación sobre que el detenido se tragase unas bolsas de heroína fue sugerida por los resultados de esa primera autopsia, que aventuraba esa posible causa tras descartar que lo pudieran ser los traumatismos apreciados en el cadáver. Lo primero que deberá esclarecer la investigación interna es si fue así o más bien al revés: que fue la versión adelantada por la policía lo que inspiró esa hipótesis del forense. No hace falta ser aficionado a las películas de género para suponer las dificultades que encontrarán los de asuntos internos. Basta recordar que nada menos que el Tribunal Supremo tuvo que reconocer el año pasado que si bien podía considerarse probado que una inmigrante brasileña había sido violada durante su detención en la comisaría de policía de Bilbao, no había podido identificar al autor "por mor de trasnochadas ideas corporativas y de un compañerismo mal entendido".

Ése y otros antecedentes deberían ser tomados en consideración por el Ministerio del Interior para actuar con la necesaria energía: se trata de un asunto muy grave, de posible muerte por malos tratos policiales. No sólo está en juego la credibilidad de la policía, sino la de los responsables políticos del ministerio: la opinión pública puede comprender que haya determinados servidores públicos que traicionan la confianza que se deposita en ellos; pero no que las autoridades intenten encubrirlos.

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