Más folclore que deporte
Con esa voluntad integradora que se les supone a las fiestas de cualquier municipio o capital de provincia, sus respectivos programas de actos se empeñan invariablemente en regalar opciones variopintas de ocio. El deporte, por ejemplo.En este caso concreto, la duda estriba en ofrecer citas deportivas de interés contrastado o sucedáneos que animen al ciudadano a participar en ellas de una forma activa. En la práctica, no se consigue ni lo uno ni lo otro. Entre los eventos de la Semana Grande donostiarra y la Aste Nagusia bilbaína pueden reconocerse casi una treintena de citas deportivas organizadas para atender al peatón ocioso, a los incondicionales de lo minoritario o a artistas del tiragoma, una de las apuestas municipales en Bilbao. El programa de ambas capitales no difiere mucho del que ya exhibieron a comienzos de mes las fiestas de la Virgen Blanca en Vitoria.
El acontecimiento deportivo de mayor pedigrí sucede en el prólogo de la Semana Grande, con la disputa de la Clásica de San Sebastián, una más que interesante oportunidad de acercarse a los mejores ciclistas del momento. Plegada la meta, lo folclórico puede sobre lo deportivo. Concursos de rana, subida de txalupas, competición de velomares, goitibeheras, futbolín gigante, trofeo de pesca, saltos con pértiga,... dejan perplejo al aficionado común al deporte, pero anima a niños y excéntricos.
El truco está en el precio y en el esfuerzo. Organizar algo parecido a la Clásica, que ni siquiera se circunscribe al programa de fiestas, exige una tremenda dedicación y un importante soporte económico difícil de garantizar, y menos año tras año. Lo mismo ocurriría si el ayuntamiento de turno se planteara organizar, por ejemplo, un buen torneo de tenis o un mitin sobresaliente de atletismo, suponiendo que el calendario de cada especialidad permitiera tal cosa.
Pero unas fiestas sin deporte resultan inconcebibles, tanto como borrar del cartel la pirotecnia o los concursos gastronómicos, así que se rellena el programa alternando lo casi estrambótico con lo rural (la tradición de los aizkolaris y harrijasotzailes se mantiene inalterable en las tres provincias) y los deportes minoritarios más aplaudidos en Euskadi: pelota o, en su caso, regatas de traineras. La mezcla, que se repite en las tres capitales, tiene más de relleno que de cita estelar y queda más próxima de lo folclórico que de lo deportivo.
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