El 'Kursk'
Todas las glorias y miserias de la Unión Soviética de ayer y de la Rusia de hoy están ejemplificadas en la terrible situación en que se encuentra el submarino Kursk, que probablemente se hundió en el fondo del mar de Barents tras dos explosiones de torpedo sucesivas en el interior del casco.Aunque el Kursk se concluyó en 1994, durante el tercer año de la Rusia de Yeltsin, esta clase de submarinos -Oscar II, según el código de la OTAN- era producto del esfuerzo militar soviético. En los últimos años, la decadencia de la economía soviética no impidió que el Kremlin destinara una ingente cantidad de recursos a las Fuerzas Armadas, que intentaron compensar su inferioridad tecnológica con puras moles. Con un desplazamiento de unas 16.000 toneladas (más del doble de sus equivalentes estadounidenses), casco doble para obtener la máxima protección, dos reactores nucleares independientes para la propulsión, lanzaderas para misiles de crucero y lanzatorpedos, los Oscar II se asemejan más a cruceros bajo el agua que a submarinos clásicos.
Los diseños soviéticos no se limitaron a maximizar el tamaño. En contra de la leyenda, desde los años setenta la seguridad de la tripulación también recibió una alta prioridad. Al igual que en la última generación de cazas de reacción soviéticos, que cuentan con los mejores asientos eyectables del mundo, los Oscar II incluyen elaboradas disposiciones de seguridad, algunas de las cuales no se encuentran en los occidentales. Por ejemplo, la inmensa torre de mando es una nave de evacuación incorporada, con espacio para la tripulación al completo. De hecho, el Kursk se encontraba muy bien protegido frente a la mayoría de los peligros, pero no había prevención posible frente a explosiones internas.
Los nueve Oscar II que siguen en funcionamiento bastan por sí solos para dar a la armada rusa un enorme potencial destructor. Y ahora sabemos que tampoco hay nada malo con la moral de los jóvenes rusos: el servicio en la armada sigue resultando atractivo, al menos en provincias.
En lo que respecta a las miserias del presente, son demasiado evidentes. Toda la armada rusa está intentando funcionar con menos dinero del que Estados Unidos gasta cada año en el mantenimiento de un único grupo de portaaviones. Los sueldos son muy bajos y no se gasta nada en nuevos barcos. En circunstancias así, los accidentes dejan de ser accidentales. El Kursk se echó a la mar para unirse a las muy poco frecuentes maniobras de la armada rusa, durante las cuales se hundió, pero hay al menos otros cien submarinos nucleares que se encuentran inactivos, y muchos simplemente abandonados. Incluso los aproximadamente 30 submarinos nucleares que siguen en activo salen tan ocasionalmente que es imposible que sus tripulaciones reciban una formación suficiente. Con todo, incluso en la miseria sigue habiendo algo de gloria: en la época soviética, todo lo concerniente al accidente se habría mantenido en secreto. El Kursk constituye actualmente el centro de las emociones, los miedos y los restos de esperanza, pero en la Rusia democrática actual también se puede convertir en el centro del debate público. Dado que no hay posibilidad alguna de financiar adecuadamente la armada rusa, que sigue siendo inmensa, o, ya puestos, las Fuerzas Armadas rusas en su conjunto, la única salida posible es una nueva reducción del número.
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