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Reportaje:VERANO 2000

Agosto 'malafollá'

Josep Ramoneda

Agosto, en Granada, es el mes del malafollá. Por excelencia. Un ejemplar de malafollá: ese camarero de taberna cutre que grita nada más entrar Y-usted-qué-es-lo-que-quiere, que en realidad significa Y-usted-que-está-mirando, que pasa de servir a los clientes y que parece que cobra intereses de renta anual por lo que tarda en devolver el cambio. Es el malafollá tipo 1: el que trabaja en verano. También suele tratar a la clientela desconocida como si fuesen el hombre invisible e inaudible. Él no los ve: luego, no existen. Ergo: no los atiende.Después está el malafollá tipo 2. Sin ocupación en verano. El resto del año trabaja como mirón de obras. Habita en Plaza Nueva, que es la plaza en donde los turistas se torran al sol a las cuatro de la tarde como si estuvieran en una playa de Malibú. También se ponen cremas. El malafollá tipo 2 es un señor con bigotillo, camisa guayabera y camiseta de tirantes, que roe interminablemente un palillo de dientes mientras le hace la vivisección visual a los extranjeros. "¿Qué estarán buscando éstos aquí?", le pregunta al de al lado. "La Alhambra", le dice el otro. "Joer con los moros", replica. "¿No podían haber hecho la Alhambra en otro sitio?".

Los juicios de este tipo sobre la Alhambra son muy propios del malafollá granadino. Anécdota legendaria: esa mujer a la que su marido logra convencer, después de 20 años, de que, siendo granadinos, deberían ver la Alhambra. Cuando por fin llegan al monumento, el marido exclama: "¡Qué bonita es!". La mujer lo fulmina con la mirada y le espeta: "¿Pues cómo va a ser? ¡Pues como todas las Alhambras!". Sigue siendo del tipo 2. Vertiente sus labores.

En agosto, en Granada sólo hay turistas y malafollás. Los malafollás auténticos no se van a Almuñécar, como el resto de sus paisanos, igual que no pisan la Alhambra o no suben jamás a Sierra Nevada. Ellos se quedan en Granada. A criticar a los guiris, básicamente. Se sientan en Plaza Nueva y dicen: "Japón debe estar vacío ahora mismo, porque todos los chinos están aquí". "Algo andarán buscando para venir tantos y tan juntos", le contesta otro, que también es malafollá, porque los malafollás nunca actúan solos: "Vienen a copiarnos". Réplica y contrarréplica: "Por eso hacen tantas fotografías, pa copiarnos lo bueno". "Y luego nos venderán ellos las guitarras flamencas". Eso.

Jueves por la tarde. Es decir, anteayer. 37 grados. El malafollá tipo 2, atrincherado en un banco de Plaza Nueva. No se sienta en una terraza porque entonces tendría que pagarse el café. "Mírelas", le dice al periodista. "Van casi desnudas". Después añade, para explicarse: "Las extranjeras". "Ya mismo se vestirán así aquí también. Y se pondrán tatuajes". El otro agrega: "Ni que fueran legionarias pa tanto tatuaje". "A escardar las ponía yo".

Al malafollá tipo 2 le gusta también llevar un bastón en verano. No porque lo necesite. No. Para dar un zurriagazo de vez en cuando a los niños que corretean por la plaza. "¡Niño!", grazna. Y le arrea un bastonazo. Aunque el niño no haya hecho nada. Sin embargo, al malafollá granadino (pronúnciese granaíno) los niños extranjeros le despiertan a veces un gesto de admiración. "Hay que ver la niña ésa", reflexiona, "lo chiquitilla que es y lo bien que ya habla el inglés". Lo de la malafollá granaína es tan cierto que hasta hay libros y tratados de escritores como Francisco Izquierdo y José Ladrón de Guevara. La palabra viene de "mala follada", es decir, "mala concepción", o "mala leche". Mal carácter no sólo de nacimiento. Ya desde antes del nacimiento. También se suele decir mala sombra, que es como más light.

El malafollá tipo 1, el profesional del verano, suele ser ese conductor de autobús que cierra las puertas en las mismas narices de uno aunque el autobús esté parado. O vacío. O el camarero del primer párrafo. O el taxista que pasa de largo aunque uno le haga señas con bengalas de humo. Y su expresión favorita es "¡Bah!" ante cualquier noticia que pueda despertar la admiración del ser humano.

A las seis de la tarde, el malafollá tipo 2, el desocupado, ya ha hecho un repaso de toda la fauna turística que deambula como en la película La noche de los muertos vivientes por las plazas de Granada con la botella de agua de 200 cl. en una mano y un mapa en la otra. "No se podían quedar en su país, total, para el dinero que dejan". "Éstos, donde largan el parné es en Sevilla, o en Málaga". Para el malafollá granaíno Sevilla y Málaga es como mentarles el diablo. "Aquí vienen a la Alhambra, con lo que tendrá la Alhambra por ver, y a salir pitando". "Mire usted a ésa", le indica al periodista señalando con el bastón a una turista hippy cuya indumentaria es camiseta raída, falda vaporosa, pies descalzos, tatuaje de una pluma de indio en el hombro y chucho a juego. "El dinero que traerá ésa aquí". "A escardar la ponía yo", concluye el otro. El malafollá genuino siempre tiene que decir la última palabra. Que por lo general suele ser "¡Bah!". O "a escardar la ponía yo".

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