Movida irrespetuosa
El derecho a divertirse, como cualquier otro, no se puede hacer a costa de los demás. Y esto comienza a convertirse en un problema de envergadura en muchas localidades de España. Cualquier explanada, parque o zona pública, estén cerca o no de viviendas, se está convirtiendo para muchos jóvenes en el lugar preferido para juntarse, poner la música de los coches o radiocasetes a todo volumen y beber hasta el amanecer. Aparte de tener una duda razonable sobre esta forma de divertirse, la de los levantadores de vidrio compulsivos de fin de semana, de ninguna manera es aceptable molestar a la gente sometiéndola a la dictadura de los decibelios.Discotecas, bares u otros locales están sometidos a toda una normativa acústica y a otras condiciones; en cambio, estos nuevos espacios improvisados, no. Habrá que hacer algo, aparte de pedirles por favor que bajen la música, que mi hija de 10 meses no puede dormir.
Después de la noche de insomnio llega el día, y al amanecer, el ambiente no es mucho mejor; esos parques, explanadas o calles se han convertido en cloacas; están llenos de bolsas de supermercados, vidrios rotos, plásticos, vasos y botellas. Los suelos, pegajosos por el alcohol, sin olvidar el nada agradable olor a pipí y alguna que otra caca entre dos coches. No es abstracto ni surrealista, lo he vivido este fin de semana en la pequeña localidad pesquera de Cabo de Palos (Murcia) y estoy seguro de que otros muchos lugares comparten este destino, que no es otro que el de convertirse en unos parajes asquerosos por la costumbre que tienen nuestros jóvenes, muchos de ellos universitarios, de divertirse. ¡Ciudadanos, no nos resignemos!-
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