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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de los hechos

Hugo Chávez sigue disfrutando del apoyo consistente de los venezolanos, a los que desde hace casi dos años mantiene en un estado de elección permanente. En las presidenciales y legislativas del domingo, cuya celebración se pospuso en mayo por manifiesta incompetencia técnica, se han cumplido los pronósticos y ha conseguido un triunfo incontestable. Ha aventajado en más de veinte puntos a su competidor Francisco Arias, otro teniente coronel en retiro, con el que compartió el intento golpista de 1992. A falta de datos definitivos, el movimiento de Chávez gana 12 de los 23 gobiernos provinciales y controla alrededor del 60% de los escaños en la nueva Asamblea Nacional unicameral, que sustituye al Congreso.Los resultados, con menos abstención de la vaticinada, dan vía libre al ambicioso proyecto del antiguo paracaidista, enunciado tras su barrida presidencial en 1998, de reconstruir las instituciones de su país y alumbrar un nuevo modelo político. Un mandato de seis años, renovable por otros seis de acuerdo con la nueva Constitución, aprobada en referéndum en diciembre de 1999, deja a Hugo Chávez las manos libres para sus voceados planes de reformas radicales. En el tono populista que le caracteriza, el presidente ya ha anticipado que prepara medidas de choque en los primeros cien días de su segundo mandato.

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Que los venezolanos hayan extendido un nuevo y generoso cheque a Chávez es mucho más un acto de fe en quien les promete reiteradamente una nueva aurora social que el premio a su ejecutoria de gobierno. Su muy holgada reelección se produce a pesar de que durante el año y medio que lleva en el poder han seguido aumentando el desempleo (formalmente ya por encima del 20%) y la delincuencia, dos de las lacras que más preocupan en un país donde la pobreza sigue extendiéndose pese a su condición de tercer exportador mundial de petróleo. A falta de éxitos en esos ámbitos, el presidente, que se sigue reclamando cabeza de un régimen cívico-militar, ha subido durante la campaña el diapasón de sus mensajes, que inflaman tanto a los más desposeídos cuanto asustan en los consejos de administración. Pero la aprobación popular de Chávez ha pasado del 80% al 60% y sus tendencias autocráticas siguen suscitando numerosas interrogantes.

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La elección múltiple del domingo debería marcar el final del cataclismo político venezolano. El país caribeño languidece pese a que los precios del crudo (que representa el 70% de las exportaciones) se han multiplicado casi por tres desde que Chávez fue elegido triunfalmente en 1998. Desde entonces acá, el líder bolivariano ha suspendido virtualmente los planes privatizadores, y los inversores internacionales, cruciales para el despegue de Venezuela, permanecen en la confusión sobre sus intenciones a medio plazo. El desafío de Chávez consiste ahora en sacar a la economía venezolana, que durante el año pasado se contrajo más de un 7%, de su peor recesión en una década. La retórica y los mensajes mesiánicos sirven para poco en esas circunstancias.

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