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Feria de Santander

Primos lejanos

Reaparición

Suele ser tradición que la última corrida de las ferias de plazas de segunda lleven la etiqueta de torista. Para tal evento se ha escogido la afamada ganadería de Victorino Martín. Sacar una corrida de este tipo al principio sería perjudicial.Vendrían las comparaciones, que se sabe son odiosas, y los toros de cartón que exigen las figuras darían mucho el cante quedando éstas en mal lugar. En estas ocasiones, dicho sea con todo el respeto hacia los actuantes, para el hincha las estrellas no hacen el paseíllo sino que salen del portón de chiqueros.

Martín / Esplá, Zotoluco, Padilla

Toros de Victorino Martín, justos de presencia. 1º, 2º y 3º, nobles; 5º, manso; 6º, impresentable. Fueron al caballo dos veces.Luis Francisco Esplá: pinchazo, estocada atravesada haciendo guardia, estocada -aviso- (ovación y saludos); media estocada recibiendo (ovación y saludos). Zotoluco que sustituyó a Pepín Liria: estocada desprendida (silencio); cuatro pinchazos, metisaca (pitos). Juan José Padilla: estocada (oreja); estocada trasera (oreja). Salió por la puerta grande. Plaza de Santander, 29 de julio. 8ª y última corrida de feria. Casi lleno.

Broche final

Como la ilusión es lo último que se pierde, los que se autodenominan toristas y los aficionados ávidos de sensaciones esperan que salten al ruedo seis tíos como Dios manda. Ayer se han tenido que conformar con unos primos lejanos.

Justos de presencia, de casta, de raza y algunos escasos de fuerza resultó el encierro presentado por Victorino Martín para cerrar la Feria de Santander. Todo tan justito al menos por lo presenciado ayer tarde que esta ganadería se está acercando peligrosamente a lo comercial. Con todo los tres o cuatro puntos que le separan marcan la diferencia. Ya se sabe que en el país de los ciegos el tuerto es el rey.

El paseíllo se hizo con los toreros desmonterados y se guardó un minuto de silencio por el atentado de Tolosa. Luis Francisco Esplá brindó su toro al cielo. Posteriormente y por el mismo motivo Esplá brindó al cielo la faena de su primer toro.

Juan José Padilla, con una oreja de cada toro, abrió la puerta grande de Cuatro Caminos. Sabedor de que no está dotado con el don del arte, lo suple con voluntad, arrojo y honradez, buscando los aplausos por el camino de lo emocionante pero intrascendente.

En sus dos enemigos actuó con parecido esquema. A sus dos toros los recibió a puerta gayola. A los dos también les dio dos largas cambiadas. En los dos estuvo arrollado y torpe a la hora de interpretar la verónica.

Corredor de fondo y campeón del salto de barreras a una mano a la hora de banderillear, es con el par al violín como consigue las mayores ovaciones. Con la muleta basó sus faenas en la mano derecha, donde escasea la técnica. Su falta de sitio y sentido de la distancia le deja vendido en numerosas ocasiones llenando el tendido de angustia. Cortó los trofeos por aclamación popular.

Había especial expectación por ver a Luis Francisco Esplá reaparecía tras un largo y doloroso percance sufrido en la plaza de Las Ventas de Madrid, del que no se encuentra totalmente recuperado. Pero, como poseedor de todos los secretos de la lidia y conocedor de los gustos del público, busca y encuentra el aplauso con facilidad.Alegre con el capote, bullidor con las banderillas que clava con ventaja, pero que al quedarse entre el punto intermedio que hay entre el balcón y el toro pasado deja ver poco el defecto.Desconfiado y sin asentar las zapatillas en su primero basó la faena en la eficacia y la pinturería. Agradó.

Ante su soso segundo instumentó una faena con la mano izquierda, sobria pero sin transmisión. Aplaudidísimo a la hora de entrar a matar recibiendo, suerte en desuso que no conocían muchos de los espectadores que llenaban la plaza santanderina. Esplá demostró ser un grandísimo director de lidia, atento y oportuno toda la tarde. Su presencia torera causa respeto en los tendidos.

Zotoluco, torero mexicano, que sustituía en el cartel a Pepín Liria, estuvo desacertado toda la tarde. Sin sitio, sin conocimiento de los terrenos. A esto hay que unir el desastre de la corrida que le acompaña, lo que perjudicó el estado en que llegaron sus dos reses al último tercio.

Poseedor de un toreo agarrotado, descompuesto, arrugado de planta y muy abierto de compás, derrochó una expresión tosca del arte. Le tocó bailar con la más fea, el quinto, un manso peligroso al que no supo en ningún momento qué hacer. Tuvo la suerte de que el director de lidia era Luis Francisco Esplá que le dio una lección de cómo y dónde hay que picar a un toro manso que no quiere acudir al caballo. Sencillamente Es`plá ordenó el cambio de terrenos del picador.

El broche final de la Feria de Santander fue del agrado de la parroquia. Sirvió al menos para amortiguar de alguna manera las decepciones sufridas por la mala presentación del ganado y la floja actuación de las figuras.Vaya como resumen de la serie de corrida que, para que haya una feria digna de ese nombre, y más ésta que se quiere denominar del Norte, debe de cuidarse muy mucho la presencia del ganado. El toro con presencia es el que da categoría. Será cuestión de mimar este punto para no dar la impresión de que la feria está hecha con retazos y retales de ganaderías. De alguna manera le queda la impresión al aficionado que la feria se ha hecho con sobreros.

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