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Chávez parte como gran favorito en las presidenciales de Venezuela

Juan Jesús Aznárez

El presidente venezolano, Hugo Chávez, ganará las elecciones del domingo a su inmediato rival, el comandante retirado Francisco Arias Cárdenas. Pese a la pérdida de popularidad y la crisis económica y social padecida por el país durante sus 18 meses de mandato, todas las encuestas anticipan que, con una abstención récord y manteniendo el discurso contra los "viejos poderes" que le hizo popular, Chávez derrotará de largo al que fue su compañero en el golpe de 1994 contra el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez.

El mandato de Chávez ha dejado unos números desoladores: una caída del 7,2% del PIB en 1999, retraimiento inversor, el cierre de más de mil empresas o comercios y una fuga de capitales superior a los 5.000 millones de dólares (unos 875.000 millones de pesetas). Sin embargo, las intenciones de los venezolanos apenas parecen haber cambiado desde las suspendidas elecciones del 28 de mayo. Imponderables técnicos con trasfondo político, esto es, los constantes cambios introducidos en la base informática de datos por candidatos y coaliciones, entre otros factores, obligaron a dividir los comicios en dos bloques y diferentes fechas. Más de once millones de electores designarán este domingo al presidente de la República, los 165 escaños de la Asamblea Nacional (Congreso), los 23 gobernadores, 335 alcaldes, el jefe del distrito metropolitano de Caracas, con cinco municipios a su cargo, y los parlamentos regionales. El 1 de octubre serán elegidos el resto de alcaldes y las juntas parroquiales.

La mayoría de sus votantes sostiene que Chávez no ha tenido tiempo para combatir la grave situación económica, el paro y la delincuencia. "Piensa que solucionará los problemas y que va a tener plata para hacerlo", con el boom petrolero que le ha dado al país miles de millones de dólares extras, señala Luis Vicente León, director de Datanálisis. No obstante, su popularidad ha bajado desde un 80% en enero hasta un 59% en julio. La abstención, según los expertos, puede ser la más alta en la historia reciente del país, después del 40% de 1993, año en que venció Rafael Caldera.

La correlación de fuerzas acotará, según las previsiones, la hegemonía disfrutada por Hugo Chávez desde que ganara las presidenciales del 6 de diciembre de 1998 y copara la Asamblea Constituyente encargada de redactar la nueva Carta Magna, que fue aprobada en diciembre de 1999. La coalición oficialista sumará probablemente el mayor número de escaños del Congreso, pero los gobernadores y alcaldes de los partidos tradicionales, Acción Democrática, socialdemócrata, y Copei, democristiano, hostiles, pueden obtener la mitad de los puestos disputados en los respectivos Estados.

Los gobernadores opositores denuncian que el Ejecutivo torpedea en la práctica el proceso de descentralización abierto en 1989, y establecido en la propia Constitución bolivariana, al negarles recursos argumentado que los planes de acción presentados al poder central no tienen carácter productivo, o despilfarran los recursos asignados. Ajeno a las denuncias de que Chávez lleva el país a la ruina, el núcleo duro de sus votantes, situado en la parte pobre de la población, el 80%, atribuye los males nacionales al bipartidismo que gobernó durante cuatro decenios. El actual griterío, sostiene el chavismo, es inevitable en el camino hacia la formación de la V República.

Apático el grueso del electorado, el debate ha envenenado la vida política, dividió a los cuarteles, que votarán por primera vez, y desde hace más de un año fracturó en dos mitades a esta nación de 24 millones de habitantes. El tercer candidato presidencial, el único civil, Claudio Fermín, un disidente de AD, predica en el desierto, absorbido por la polarización. El jefe de Gobierno aplica la técnica de siempre: la confrontación con los "viejos poderes". La jerarquía de la Iglesia católica es considerada uno de ellos. "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!", escribió a la Conferencia Episcopal. También arremetió contra buena parte de los empresarios, los partidos y sus socios civiles. "¡Temblad, oligarcas!", clamó el lunes mientras desenvainaba en un acto castrense la espada de Simón Bolivar.

Temblaron los inversionistas, los mercados bursátiles, y el capital reza pidiendo que ese discurso maniqueo sea sólo un arma electoral, no una forma de ser. Mientras, las pequeñas y medianas empresas atraviesan uno de sus peores momentos, y los ingresos petroleros financian la fuga de capitales: 5.500 millones de dólares desde enero de 1999, admitidos por el Banco Central de Venezuela, y 8.000 millones, según un informe del Banco Mercantil.

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