Vacaciones en el quirófano
Fernando de la Portilla pasó su luna de miel operando en Guatemala. Este cirujano de 34 años, natural de Sevilla, y Eva, su mujer, decidieron en 1995 cambiar el sol de la playa de Punta Umbría, por las temperaturas cálidas de Jutiapa, un pequeño pueblo guatemalteco situado en la frontera con El Salvador.El matrimonio decidió un buen día, sin apoyo económico alguno, iniciar una nueva experiencia laboral y entender su trabajo como "una forma más de pasar las vacaciones". La iniciativa de Fernando, que trabaja en el hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, dio lugar a la creación de un grupo de facultativos, integrado por más de 20 profesionales del centro, que lleva a cabo en esa zona de América Latina un ambicioso proyecto sanitario: la rehabilitación de un centro nutricional y la puesta en marcha de una clínica para los colectivos de indígenas más desfavorecidos. De la Portilla, no da ninguna importancia a su trabajo solidario: "Creo que por el hecho de vivir en Huelva se puede disfrutar de todo tipo de actividades de ocio en verano, pero también se pueden dedicar las vacaciones a ayudar a personas en otros países". En su opinión, "cuando se llega a estos lugares, uno varía su forma de ser y comienza a valorar lo que tiene en España".
Este médico se dedica en Jutiapa a tareas administrativas (contratación de agua y electricidad, búsqueda de medicamentos y organización de recursos) y, lógicamente, a desempeñar su profesión de cirujano. Allí, en una sala de operaciones de una clínica modesta, practica una media de 10 intervenciones diarias. Cuando cae el sol, explica, "nos encontramos con amigos que nos acogen en sus casas. No tenemos ningún problema para integrarnos en aquella sociedad".
Las enfermedades que se detectan en ese punto de Guatemala "son la desnutrición y las infecciones de todo tipo", explica el cirujano que subraya que "las intervenciones que se realizan suelen ser de patologías con escaso posoperatorio, como las hernias, lo que nos permite realizar muchas en poco tiempo".
Fernando, reconoce que el beneficio moral que obtiene de su trabajo altruista "no se puede explicar con palabras", y subraya que de este tipo de experiencias "se aprende mucho". "Las cosas se ven desde un punto de vista diferente, mucho más humano, porque comienzas a tratar y a conocer a las personas de otra manera".
No le importaría dejarlo todo y marcharse definitivamente a Iberoamérica. "Lo he pensado muchas veces y no lo descarto". Fernando deja claro que en Guatemala "se viven momentos buenos y malos, pero los primeros son muchos más. Lo que cuenta son las satisfacciones, el agradecimiento permanente y la amabilidad de un pueblo en el que vive una gente muy dulce. Los peores ratos llegan con la impotencia de saber que existen enfermedades que allí no se pueden curar porque no hay medios".
De la Portilla está preparado para emprender un nuevo viaje a Jutiapa, en septiembre o en diciembre, para "disfrutar" de su particular verano. Allí le esperan cientos de pacientes: "Mis amigos", subraya.
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