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Negociar la deuda sí, perdonar no

Pilar Bonet

Alemania, primer acreedor de Moscú, no anulará los pagos por considerar que Rusia tiene capacidad para asumirlos

Alemania, la primera potencia económica de Europa, es el primer socio comercial, el segundo inversor y el primer acreedor de Rusia, cuya deuda exterior es de 170.000 millones de dólares (casi treinta billones de pesetas). En Okinawa, Moscú tratará de convencer a los otros países del G-8 de la necesidad de perdonar una parte de sus deudas, pero Berlín se mantiene firme. Caio Koch-Weser, el secretario de Estado del ministerio de Finanzas alemán, reiteró en Berlín que su país no quiere perdonar las deudas rusas, aunque está interesado en una "reestructuración generosa" en el marco del Club de París. En su negativa, Alemania contará con el apoyo de Francia. Moscú, a su vez, está interesado en una solución combinada que perdone una parte de la deuda y reestructure la otra, dejando reducidos los compromisos de pago al 50%."Los Gusinski y los Potanin de hoy son los Rockefeller y los Ford de Rusia", dijo Cayo Koch-Weser, comparando a estos empresarios rusos, pertenecientes al grupo denominado de los oligarcas, con los magnates que consolidaron el capitalismo norteamericano. Koch-Weser, el candidato a la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI) vetado por Washington, es uno de los altos funcionarios que acompañaron al canciller alemán, Gehard Schröder, a la cumbre del G-8. El canciller se entrevistará con Vladímir Putin en Okinawa.

El miércoles, Koch-Weser se hizo eco del nuevo clima de optimismo ante el futuro de las relaciones económicas con Rusia que está comenzando a arraigar en el empresariado alemán, pese a la experiencia del pasado y pese a los problemas y dificultades por las que atraviesan estos días sus colegas, los magnates rusos. El impulso político para esta nueva atmósfera en las relaciones económicas bilaterales lo dio el presidente ruso el pasado junio, durante su visita a Berlín. Ni la situación de los derechos humanos en Chechenia ni los problemas del Kremlin con los oligarcas influyen mucho en este clima. Alemania y Rusia concretarán la nueva dinámica el 26 de julio, cuando se reúna en Berlín el grupo de trabajo fundado bajo los auspicios de Putin y Schröder para reabrir el seguro comercial de crédito a la exportación con un techo de disponibilidad de 1.000 millones de marcos (unos 85.000 millones de pesetas) y la disposición a subirlo. El grupo deberá identificar también campos estratégicos de colaboración y proyectos concretos. El seguro de crédito a la exportación quedó suspendido tras la crisis financiera de 1998. Los contenciosos pendientes fueron resueltos tras la visita de Putin.

En los primeros seis meses de este año, el crecimiento económico en Rusia ha sido del 8%, y, sobre esta cifra y sobre la base de unas expectativas igualmente favorables para el futuro, Koch-Weser consideró innecesario condonar la deuda rusa. "Con un crecimiento económico del 5% anual, Rusia no tendrá ningún problema para el servicio de su deuda", manifestó Koch-Weser. Éste se mostró confiado en que el FMI presentará un nuevo programa de ayuda a Rusia que sacará conclusiones de los errores del pasado. Los ministros del G-7 han pedido al FMI que haga un análisis realista de la situación en Rusia. Este análisis será presentado por el director del FMI, el alemán Horst Köhler, en Okinawa.

Las buenas señales procedentes de Moscú no son sólo las cifras, también la existencia de un "nuevo pragmatismo", señalan medios económicos. Advierten, sin embargo, de que la reforma de la Administración rusa puede poner en peligro las relaciones económicas descentralizadas que los alemanes han desarrollado especialmente a escala regional. Los gobernadores locales, cuyas prerrogativas está recortando el Kremlin, son figuras clave a la hora de garantizar las inversiones extranjeras en las regiones rusas. Altos medios de la política europea esperan que las relaciones entre Alemania y Rusia den un vuelco en el próximo futuro.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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