Verdi, en la nevera
Decía Massimo Mila que "en Ernani encontramos a Verdi en la base desde la que se comba el arco que habrá de describir su potencia dramática". El problema es encontrar el punto a la potencia dramática. Además, las óperas juveniles de Verdi se pueden contemplar, y de hecho se contemplan, desde la fuerza de las voces, desde ese tirón, si se quiere, hasta circense (con todos los respetos) que compensa una elaboración global más depurada.Ayer no hubo tirón. El Teatro Real volvió a tener mala suerte en su proyecto más definido: las óperas con vinculación española de Verdi para ir celebrando el centenario de la muerte del compositor italiano. Falló el tenor que encarnaba el personaje protagonista, Neil Schicoff, y una sustitución para este papel es harto complicada. El tenor Janez Lotric es un cantante sin mordiente, sin mordidez, sin pegada. Otra sustitución: la del director musical Luis Antonio García Navarro por enfermedad: se le echó de menos. A Roberto Tolomelli le faltó nervio. Demasiadas bazas, demasiados desajustes de entrada para un Verdi de galeras.
Ernani De Verdi
Director musical: Roberto Tolomelli. Director de escena: José Carlos Plaza. Con Janez Lotric, Carlos Álvarez, Carlo Colombara, Sylvie Valayre, Soraya Chaves, Francisco Vas y José Manuel Díaz. Orquesta y Coro de la Sinfónica de Madrid. Teatro Real. Madrid, 13 de julio.
El triunfador de la noche fue el barítono malagueño Carlos Álvarez. No arrebató, pero cantó bien, muy bien, en estilo, con dominio, con empuje y, sobre todo, con elegancia vocal. El bajo Carlo Colombara resolvió su personaje con solidez. La soprano Sylvie Valayre no pasó, sin embargo, de la discreción. Cantante correcta, a falta de un par de hervores de pasión. Y la pasión en Verdi es fundamental.
José Carlos Plaza planteó la escena desde la abstracción geométrica, buscando medirse siempre con el dominio del espacio, apoyándose en el vistoso cromatismo del vestuario de Pedro Moreno, e incidiendo en un esteticismo de figuras estáticas que rozaba el manierismo, un manierismo que ya era fuerte plásticamente en la época en que se desarrolla la acción de Ernani, pero no sé si por un exceso de movimientos superfluos o por otro tipo de razones, lo que se estaba viendo en el Real desembocaba en una exquisita frialdad. Fue un trabajo escénico discutible, pero de calidad, superando Plaza algunos de sus tics expresionistas, aunque cayendo en una estilización peligrosa cuando se trata de una ópera de venganzas, sangre, romanticismo delirante, espadas, honores mancillados e inútil irracionalidad sentimental.
Con una y otras cosas, la representación no se acababa de calentar. Algo fallaba. Verdi estaba en la nevera y en algunos momentos hasta en el congelador. No fue en cualquier caso un desastre. Fue sencillamente una representación fría, sin desgarramientos. El público lo tuvo claro: abucheó sin piedad al equipo escénico; volcó todo su entusiasmo en Carlos Álvarez y aplicó su cortesía al resto.
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