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Pulpa de cocaína

700 papayas que formaban parte de un cargamento de frutas ocultaban un alijo de 41 kilos de droga

F. Javier Barroso

Macarrón naranja

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Un fruto tropical muy dulce

Algo resultaba "sospechoso" en el segundo envío a Madrid de la compañía Agrícola Tropical de Ibagué (Colombia) para los agentes de Aduanas y de la Guardia Civil del aeropuerto de Barajas. Los remitentes habían cuadruplicado en menos de un mes la cantidad de papayas que enviaban a una nave industrial del pueblo de Barajas, cuyo destino final era una compañía valenciana. Este hecho, junto con los pocos datos que constaban en la Agencia Tributaria sobre el exportador, aumentaron las dudas, hasta comprobar que el interior de los frutos tropicales traía algo más que una jugosa pulpa con pepitas. Macarrones plásticos, de color naranja y amarillo, metidos a presión dentro de la fruta, contenían 41 kilos de cocaína de gran pureza, lista para ser cortada y vendida en más de 207.000 dosis en el mercado.El primer envío de la compañía colombiana fue de sólo 360 kilos de papayas, repartidos en 20 cajas. Los agentes de la Guardia Civil de Barajas no encontraron nada extraño al comprobar el cargamento, como hacen habitualmente con los procedentes de zonas calientes para el narcotráfico. Éstos provienen en general de Colombia y de países próximos como Ecuador, Brasil o Venezuela, además de Amsterdam (Holanda), Francfort (Alemania) o Roma (Italia), según un mando del instituto armado.

60 gramos por fruto

Las sospechas, sin embargo, aumentaron en este segundo envío. El exportador había remitido a una empresa de Valencia, Cultivos Marinos del Levante, vía Barajas pueblo, 1.200 kilos de papayas, distribuidos en 90 cajas. Éstas iban perfectamente cerradas con papel y con una tela algodonosa para evitar que los frutos se golpearan. El envío había costado 1.653 dólares (unas 290.000 pesetas). Los agentes del Grupo de Investigación Fiscal y Antidroga (GIFA) de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Barajas sospecharon de este incremento de la cantidad. "Los narcos utilizan esta técnica de mandar dos o tres veces una mercancía para saber si cuela... y en las siguientes partidas ya colocan la droga. Piensan que no se les registrará porque ya lo habremos hecho antes. Se equivocan", señaló un responsable del GIFA.

Los guardias civiles inspeccionaron la mercancía y no hallaron nada raro. Todas las cajas tenían cuatro pilas de papayas, con un color verde brillante y un olor muy fuerte y agradable. Estas características no lograron despistar a los agentes. Uno de los cinco que estaban en la zona de carga de Barajas decidió abrir un fruto. Hubo suerte. Un tubito de plástico naranja, de unos dos metros de longitud, asomó por la apertura. Estaba enrollado como un ovillo. El reactivo confirmó las sospechas: era cocaína colombiana. Y de gran pureza. A partir de ahí, comenzó la Operación Trópico.Los agentes pidieron permiso al juez de instrucción de guardia para efectuar una entrega controlada. Esta estratagema consiste en seguir la mercancía y proceder al registro del lugar al que llegue para detener a los destinatarios. Había que actuar con rapidez. "Se trata de unos frutos muy perecederos y que podían pudrirse en cuestión de horas, porque venían muy maduros. Además, la persona que lo estaba esperando puso como condición una entrega rápida, a una hora y en un lugar determinados", explicó un agente del GIFA.

Un camión de una agencia aduanera se encargó de recoger las 90 cajas en la terminal de carga del aeropuerto y las llevó a una nave industrial alquilada en el pueblo de Barajas. Le seguían varios coches camuflados de la Guardia Civil. Cuando la mercancía llegó al polígono industrial, los agentes esperaron a que alguien fuera por ella. El encargado era A. F. A., de 66 años. Los agentes le mostraron el mandamiento judicial y registraron la nave. El detenido no opuso resistencia y facilitó en todo momento la labor de los agentes del instituto armado. Sólo encontraron las 90 cajas del último envío y las 20 del primero. El resto de la nave estaba vacía.

La Guardia Civil se llevó de nuevo la mercancía a la terminal de carga y empezó a abrir todos los frutos. No todas las papayas iban rellenas de droga. Había cajas enteras con frutos perfectamente comestibles y otras con algunas bandejas con droga. Cada papaya contenía entre 50 y 60 gramos introducidos en el delgado macarrón. En total, unas 700 frutas tenían sorpresa. "Habían utilizado un sistema muy difícil de descubrir. Habían quitado el rabo a las papayas y les habían vacíado toda la pulpa y las pepitas. Es un trabajo muy laborioso, porque hay que tener cuidado para no romper el fruto. Después le volvían a pegar el rabo, de forma que externamente no se veía nada extraño", comenta un mando del GIFA.Después introducían el macarrón casi a presión para que les cupiera más cantidad. La Guardia Civil logró decomisar al final 41 kilogramos de gran pureza. Ahora, la Dirección General de Farmacia del Ministerio de Sanidad se encargará de determinar la pureza del estupefaciente. Después será destruida. "Creemos que será muy alta, porque venía de Colombia y podía ser cortada aquí en más de 207.000 dosis", destacó un agente del instituto armado.

La Operación Trópico continúa abierta. A. F. A. ya ha pasado a disposición judicial acusado de un delito contra la salud pública y contrabando de sustancias estupefacientes. La Brigada Judicial investiga ahora las conexiones del detenido con Cultivos Marinos del Levante y otras posibles empresas tapadera para la distribución de la cocaína en la costa valenciana.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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