Espido Freire afirma que escribe por la nostalgia de un mundo perdido
Al contrario de otros autores que consideran crucial la chispa de la inspiración, ese momento de lucidez en el que deben enfrentarse a un nuevo argumento, para Espido Freire el momento esencial y más complicado de la creación literaria es aquel en el que la idea toma forma, se redacta, se verbaliza en una historia. Esta joven escritora, ganadora de la pasada edición del Premio Planeta por su tercera novela publicada, Melocotones helados, dio ayer una conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo dentro de los Martes literarios. La escritora vasca, que creció leyendo libros por el orden que estaban colocados en las baldas de la biblioteca del pueblo en el que se crió, Llodio (Álava), dice que escribe por la nostalgia que siente de un mundo que tiene la sensación de haber perdido, que "no se trata de la infancia, sino de un mundo irreal al que sólo puede regresar a través de la palabra". Freire asegura que necesita transmitir las historias que todo tipo de gente le ha contado y se considera depositaria de un acervo de historias excesivo: "No todas las vidas, con todo lo dignas o apasionantes que puedan ser, sirven para una historia. Contienen elementos válidos las historias de amor o de muerte, o las de una búsqueda, pérdida o recuperación de un objeto mágico, que puede ser una persona o una casa".
Espido Freire está acabando la novela Amor y fantasmas y también está trabajando en la tercera parte de la trilogía que inició con su segunda novela publicada, Donde siempre es octubre. En enero editará una novela juvenil, en la editorial SM, y en septiembre de 2001 saldrá al mercado un ensayo sobre el tema del primer amor.
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