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Asombro

La ley de Cajas, sean cuales sean sus defectos -toda ley por buena que sea los tiene-, adolezca o no de la comodidad que le hubiera otorgado el consenso en torno a ella, es una ley aprobada por un parlamento democrático y, al menos hasta ahora, una ley aprobada democráticamente obliga a todos.Los partidos, ante las leyes que afectan a todos los ciudadanos, defienden sus posturas pensando en el bien común, lo hacen hasta que la aprobación de la ley con la que no están de acuerdo es aprobada; a partir de ese momento la presión suele ceder y esperan al momento más propicio para intentar cambiarla que suele ser, salvo fracaso ostentoso de la ley, cuando tienen los votos suficientes.

Si la ley no es norma para proteger u obligar a todos los ciudadanos, sino que afecta al funcionamiento de las instituciones y a la manera en que dentro de ellas se debe repartir el poder, suele provocar una duración de la oposición a la ley más larga y complicada, incluso puede convertirse en una guerra que haga peligrar el equilibrio de las cosas.

La ley andaluza de Cajas ha desatado pasiones políticas y juegos de poder que en todo caso, afortunadamente, no han llegado a la locura que ha animado el debate en Asturias, donde los ciudadanos han visto, asombrados, romperse en dos al PSOE en aquella comunidad por un quítame allá ese trozo de poder en Cajastur. A veces los políticos se las arreglan para dejar, incluso a los más entregados, totalmente desazonados, como deben estar los votantes asturianos que confiaron al PSOE el gobierno de aquella comunidad por mayoría absoluta, algo que sin permiso están derrochando.

En el caso andaluz, las cosas no llegan a esa locura pero también están causando asombro en los ciudadanos. Independientemente de cualquier consideración sobre la ley de Cajas, la rebelión de algunas de estas entidades contra la ley, es decir, su incumplimiento, no es fácil de entender por los ciudadanos que, les gusten o no, cumplen todas y cada una de las leyes con las que el Estado se protege de la anarquía y hasta de los buenos sentimientos de los ciudadanos, como se acaba de ver y puede contar esa ciudadana andaluza sancionada por el TSJA por auxiliar a un ciudadano argelino sin papeles.

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