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TOLEDO

Por la senda de lo vulgar

Mal camino lleva El Juli. Se ha metido por los senderos de la vulgaridad y, si no se enmienda, va a ir perdiendo poco a poco el carisma con el que inició su carrera. Dentro de cuatro o cinco años va a ser un señor mayor, a lo mejor un tanto gordito, porque ya le están empezando a insinuarse las curvas de la felicidad, y, perdido el gancho de su adolescencia, va a terminar con menos fuerza que una gaseosa.Todo lo que le vimos ayer a El Juli en esta corrida estuvo tintado por la más espantosa vulgaridad. No toreó nunca a la verónica con mando, temple, hondura y conquista de terreno, que es en lo que consiste el toreo a la verónica. Con el capote se limita y se limitó a los faroles invertidos y a esas zapopinas que el público acoge con gritos histéricos y que no son más que chicuelinas iniciadas con un movimiento del capote imitando el movimiento del lazo de los vaqueros mexicanos. Son fuegos artificiales.

Ventorrillo / Cordobés, Mora, Juli Toros de El Ventorrillo, de presencia desigual, con poca cara, flojos y manejables

4º y 5º, mansurrones. 6º, manso. El Cordobés: media trasera y tendida (oreja); pinchazo, estocada ladeada -aviso-, dos descabellos y dobla el toro (aplausos y saludos). Eugenio de Mora: media delantera y desprendida y descabello (aplausos y saludos); bajonazo y estocada desprendida y atravesada (oreja). El Juli: estocada caída y atravesada (dos orejas); estocada trasera y contraria perdiendo la muleta y cinco descabellos (palmas); salió a hombros. Plaza de Toledo. 25 de junio. 4ª y última corrida del Corpus. Lleno.

A la hora de coger los palos, más ración de vulgaridad. El Juli se emplea siempre en el segundo tercio de la misma manera. Necesita el auxilio constante de los peones, que le ponen el toro en el terreno que les señala y que, después, le hacen los quites, a veces incluso desde dentro del callejón, sacando el capote en el momento oportuno. Todos, absolutamente todos los pares, los coloca por el pitón derecho. Hace siempre el numerito de sacar a sus banderilleros por delante para que el público pida a gritos que salga él a corretear con los palitroques. Y los tres pares que pone son: un cuarteo, otro de dentro a fuera y otro por los adentros. Y ya está.

Con la muleta El Juli plantea las faenas mejor que las ejecuta. Como tiene una cabeza privilegiada, sabe en qué terrenos tiene que torear, qué distancia hay que darle al toro en los quites y dónde se tiene que colocar él para colocar el mayor partido del astado. Todo eso, de maestro. Pero después, el muleteo se sumerge en las aguas de la vulgaridad. En la faena al tercer toro se lo dejó siempre delante, no remató ningún muletazo y el trasteo le resultó acelerado y con mucho baile. El sexto era un buey que no pasaba y el torero acudió al manoseado recurso del arrimón.

Hablando de vulgaridad, no podemos perder de vista a El Cordobés, quien toreó desacoplado y despegado a sus dos toros. Mora toreó a ráfagas. Equivocó la faena en su primer toro, al que empezó dándole distancia para después asfixiarlo. Volvió a ahogar la embestida en el quinto, en el que sólo le vimos tres o cuatro naturales de mucha clase.

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