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Ortodoxos hasta en el DNI

Jorge Marirrodriga

En la cuna de la filosofía, la importancia de una sola palabra puede desatar verdaderas tormentas políticas. Como la que tronó la semana pasada, cuando cerca de 100.000 personas desfilaron por las calles de la ciudad griega de Salónica, ondeando banderas nacionales y enseñas amarillas con un águila bicéfala -símbolo del imperio bizantino- , según la consigna del arzobispo Cristodulos de Atenas, presidente del Santo Sínodo (equivalente a la conferencia episcopal). Para hoy está prevista otra masiva protesta en pleno centro de Atenas y frente al Parlamento griego.Y todo por una palabra. La que revela la religión del titular en el carné de identidad griego y que será eliminada por directrices de la Unión Europea, que prohíbe ese uso de la información personal como, en este caso, la creencia religiosa. El Gobierno griego basa la medida en un ley para proteger la privacidad de los ciudadanos aprobada hace tres años.

En un país donde religión y sentimiento nacional están totalmente mezclados, la medida anunciada por el Ejecutivo del socialista Costas Simitis es vista por una parte de la población como un ataque directo contra el espíritu griego y una cesión inadmisible de soberanía a la laica -y latina- Europa. Así lo gritó Cristodulos en la manifestación de Salónica; el arzobispo se dirigió a los miles de manifestantes con un discurso de una hora teñido de política y que ha sido criticado duramente por su radicalismo. "Primero somos griegos y ortodoxos y luego europeos", subrayó. Cristodulos insistió en que él sólo defendía al 97% de los griegos, es decir, aquellos que profesan la religión cristiano-ortodoxa, y que no hablaba "en nombre de ese puñado de musulmanes y ateos".

El arzobispo de Atenas advirtió de que el nuevo carné de identidad es únicamente el primer paso en una campaña de ataques del Gobierno a la Iglesia, y anunció que los siguientes serán eliminar la evocación a la Trinidad en el preámbulo constitucional, la obligatoriedad de las bodas civiles sin reconocer las religiosas, acabar con los juramentos sobre la Biblia, las clases de religión y los símbolos religiosos de los edificios públicos. "Puede que hasta cambien la bandera porque hay una cruz en ella", añadió. El líder religioso llegó a recoger el rumor de que los nuevos carnés de identidad llevarán un código de barras con el número 666, la cifra de la Bestia, que representa al diablo, según la Biblia. "Cualquier mano que se ha alzado contra la Iglesia se ha secado", remató. Las reacciones al apocalíptico mensaje no se hicieron esperar. "Paroxismo y demagogia en la manifestación política de la Iglesia griega", titulaba el diaro Ta Nea al día siguiente. "Mensaje de demagogia de Cristodulos", señalaba Elefzerotipia. "No gobernamos conjuntamente con la Iglesia", fue la respuesta del Ejecutivo griego.

Según declaró el primer ministro Simitis, la polémica está "total e irremisiblemente terminada". Más conciliador se ha mostrado el portavoz del Ejecutivo, Dimitris Reppas, para quien, aunque no ha lugar para la discusión, el Gobierno está dispuesto a tratar con la Iglesia ortodoxa otras cuestiones espinosas, como la educación religiosa en el sistema público, las controversias que genera el sistema judicial religioso o los proyectos de desarrollo de la Iglesia. Según Reppas, son problemas reales "a los que la Iglesia debe hacer frente".

"Lo que hay que hacer es sentarse a dialogar", opina el padre Dimitris, arcipreste de la Iglesia ortodoxa de Madrid, dependiente del patriarcado de Constantinopla, para quien la polémica del carné de identidad es la gota que colma el vaso en asuntos que deben arreglar Iglesia y Estado en Grecia.

La presencia de la Iglesia ortodoxa en la vida política griega se debe a que durante casi cinco siglos de ocupación turca fue la institución que preservó el helenismo cristiano. Tras la guerra de independencia contra el Imperio Otomano (1821-1832), el papel de los clérigos en el nuevo Estado fue determinante.

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La polémica ha explotado en la misma semana en que Grecia ha anunciado que el 1 de enero de 2001 entrará en la Unión Monetaria Europea. Así comenzará el proceso de eliminación de otro símbolo nacional, la dracma, moneda que ya era utilizada en tiempos de la Atenas clásica.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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