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EUROCOPA 2000

España mantiene sus pésimas constantes

La selección consigue una trabajosa victoria ante Eslovenia, pero se confirma como un equipo lleno de desperfectos

Santiago Segurola

España mantiene sus pésimas constantes, a pesar de su trabajosa victoria. Hasta los saques de banda resultan un problema en la selección. Nadie encuentra a nadie en un equipo lleno de desperfectos. El equipo de Camacho sólo sacó en limpio un resultado que no le libera de la opresión, pero que le ayudará a enfocar el encuentro con Yugoslavia sin el dramatismo que se observó frente a la débil Eslovenia, que todavía tiene un largo camino por delante para hacerse un sitio en el mapa del fútbol. La excusa del apremio tampoco tiene demasiado sentido. No se puede justificar la decepcionante actuación frente a los noruegos porque eran altos, fuertes y muy defensivos, y ésta ante los eslovenos porque llegaban en un pésimo momento. El equipo está mal, y punto, que diría Camacho.No lo dice, y eso es mal síntoma. Declaró que España había jugado bien frente a un gran equipo. Ni una cosa, ni la otra. Quizá con un poco más de perspectiva reflexione sobre su opinión. Lo mismo dijo después del partido de Noruega, pero no debió sentirse tan satisfecho porque hizo cuatro cambios para jugar con Eslovenia. Una de sus decisiones mueve a la polémica. Alineó a Cañizares en lugar de Molina, lo que supone una designación explícita de culpabilidad. Si hubo otras razones, quedarán ocultas por el inevitable valor simbólico que adquiere la eliminación de un portero después de un error.

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Pudo pensarse en un efecto liberador del equipo tras el gol de Raúl en el primer ataque del encuentro. Fue un remate típico de Raúl, siempre atento a la basurilla que no se recoge en el área. Míchel Salgado lanzó un remate que salió rechazado entre el desconcierto de los jugadores eslovenos. Raúl se hizo con la pelota y giró hasta perfilarse para el remate, que salió perfecto hacia la escuadra. Allí quería ponerla y allí la puso.

El tanto descargaba a España de la penosa lucha contra el tiempo. Nada mejor que un gol en primera instancia para acabar con la tensión. Sin embargo, el partido fue por otro lado. Es cierto que la selección tuvo más oportunidades, algunas de primer grado. Raúl, que anda lejos de su mejor estado físico, fue el más activo en este capítulo. Se le escaparon por un palmo un cabezazo y un tiro cruzado, después de una excelente jugada de Alfonso, que fracasó como sustituto de Urzaiz.

Parece como si incubara algún virus en los grandes torneos. Impreciso en los regates y en los controles, desmadejado en la mayoría de las jugadas, Alfonso tiene una reválida que pasar.

Sólo en algunos instantes, que no momentos, se vio algún sentido al juego de España. Alguna pared, un regate, una acción medianamente elaborada. En cualquier caso, nunca se cumplieron con los mínimos. Guardiola tiró del hilo al comienzo del partido, antes de perderse en la misma nebulosa que los demás. Sólo los centrales se mantuvieron firmes, hasta el punto de enviar al anonimato a Zahovic, el jugador más temido por los españoles.

Los errores fueron abundantes con el balón y sin él. Este equipo está pensado para disponer de la pelota y mantener una circulación rápida y astuta. Por físico no puede medirse con la mayoría de sus rivales. Tampoco está en condiciones de defenderse a toda costa, en plan italiano: no tiene los jugadores adecuados. Ante Eslovenia volvió a ofuscarse con el balón, y de ahí el sufrimiento que padeció.

Ningún jugador superó las prestaciones del encuentro anterior. Quizá Etxeberria se vio favorecido por una cierta euforia tras el segundo gol. Hasta entonces había naufragado en la banda derecha. Lo más potable fue la actuación de Abelardo, más competente que Paco en el centro de la defensa, y las vibraciones que transmitió Mendieta. Jugó un partido irregular, con errores muy visibles, pero se le vio una determinación que resultó decisiva en el segundo gol, que tuvo la oportunidad de remediar el mazazo del empate.

Salgado, desafortunado

La vulgaridad de Eslovenia hizo más evidentes las carencias de España, que dio demasiada cuerda a su rival. En el centro del campo apenas encontró el circuito correcto. En la delantera, Alfonso penó durante todo el encuentro. Y si los centrales aguantaron con firmeza, los laterales se equivocaron gravemente. Míchel Salgado estuvo particularmente desafortunado en el marcaje a Rudonja, cuya única cualidad fue ubicarse bien adelante junto a la raya izquierda. Suficiente para desestabilizar a Míchel Salgado, autor de varios destrozos.

Llegó un momento en que el gol de Eslovenia se adivinaba por la terquedad de España en cometer errores sangrantes. Por tanto, no sorprendió aquella pérdida de balón, el desencuentro de los defensas, la ingenuidad de Míchel Salgado y el definitivo gol esloveno. Todos los números estaban dados para una catástrofe. Sin embargo, Etxeberria marcó antes de que se produjera el ataque de pánico. Fue una voluntariosa acción de Mendieta, que corrió metros, cruzó el campo de izquierda a derecha, estuvo a punto de tropezarse con Alfonso y decidió entregar a Etxeberria, que eligió un tiro por el primer palo. El portero se lo comió y devolvió la ventaja a España.

Algo quiso decir la alineación que acabó el partido. Lo comenzaron Guardiola y Valerón. Lo terminaron Helguera y Engonga. Había una ventaja que defender. Pero, sobre todo, había desconfianza ante lo que sucedía. Esos cambios hablaron más del contenido del encuentro que el optimismo mal justificado de Camacho.

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