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Corea del Sur sueña con una reunificación a la alemana de la península

Kim Dae-jung concluyó ayer sus tres días de visita oficial a Pyonyang, la primera de un presidente surcoreano en 50 años, y regresó a Seúl, distante en 180 kilómetros por carretera, cruzando la zona desmilitarizada que, en torno al paralelo 38, separa a ambos países. Más allá de esa zona se concentran el grueso de los Ejércitos del Norte, que cuenta con más de un millón de soldados, y del Sur, con 600.000 hombres.El presidente de Corea del Sur escogió Berlín para lanzar su oferta de una cumbre intercoreana y la prensa de Seúl ha comparado la reunión de Pyonyang con el primer encuentro, en 1970, entre el canciller de la RFA, Willy Brandt, y su homólogo comunista de Alemania del Este, Willy Stoph. Dos décadas después las dos Alemanias se unieron.

Incluso la agencia surcoreana de noticias, Yonhap, sostuvo que el saludo que intercambiaron, el martes, los dos Kims en el aeropuerto de Pyongyang fue más caluroso que el que caracterizó el encuentro interalemán hace 30 años, dando a entender de este modo que la reconciliación entre ambas Coreas podría ser más fácil.

Kim Dae-jung ha hablado en sus discursos de "reconciliación, cooperación y eventual reunificación" del Norte y del Sur y algunos de sus anfitriones, como el jefe de Estado honorífico norcoreano, Kim Yong-nam, respondieron positivamente en las alocuciones de su ilustre huésped. "(...) No está muy alejado el día en que viajemos en el alegre tren de la unificación", afirmó Yong-nam.

Pese a estas palabras, pese a la comparación con Alemania, un abismo separa aún al Norte y al Sur. El querido líder, como le llama la propaganda, ha aceptado celebrar la cumbre y, en general, mejorar las relaciones con Occidente, porque necesita salvar a su país, en recesión desde hace una década, del desastre en el que está sumido con ciudades a oscuras, hospitales sin medicinas y niños sin comida.

Pero Corea del Norte no es comparable a ningún otro sistema político en el mundo. Es una mezcla de estalinismo y de culto de la personalidad exacerbado hasta tal punto de que en muchos pueblos y ciudades los únicos lugares iluminados de noche son los altares con estatuas o retratos de su querido líder y de su padre, Kim Il-song, el eterno presidente, que falleció en 1994.

Emprender reformas económicas algo profundas, parecidas a las que en los años ochenta pusieron en marcha China o Vietnam y que tantos réditos les han reportado, conlleva un enorme riesgo. "Si entra un poco de aire fresco en este hermético país", señala un europeo que hasta hace poco residió en Pyongang, "es probable que se manifieste el descontento, que la estabilidad se tambalee", un riesgo que el primer heredero dinástico en un sistema comunista no querrá correr.

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Para Seúl, el sueño de la reunificación es mucho más ambicioso del que pudo albergar Bonn. Ni Corea del Sur, con una renta per cápita similar a la de Argentina, tiene la potencia económica de Alemania Federal, ni Corea del Norte, un país arruinado, tiene el desarrollo de la desaparecida República Democrática Alemana. La población de la RDA representaba sólo un 23% de la que vivía en el Oeste mientras que la de Corea del Norte equivale al 50% de la del Sur. En caso de reunificación, el esfuerzo que debería hacer el Sur sería, por mucha ayuda internacional que reciba, muy superior al de Alemania.

A principios de los noventa la URSS, que empezaba a resquebrajarse, no pudo poner trabas a la unidad de las dos Alemanias y la incorporación a la OTAN de la parte oriental. El poderío de China, vecino y aliado de Corea del Norte, está, en cambio, en auge y difícilmente se podría producir el acercamiento sin su beneplácito. China se considera ya amenazada por un Vietnam con el que llegó a las armas en 1980. El precio que haría pagar a Corea sería, como mínimo, la neutralidad de la península.

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