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¿Cuándo vamos al médico, mamá?

Lo mejor que le puede pasar a uno en un hospital es que se olvide de que está en él. Si de lo que se trata es de curar a un niño, humanizar esos espacios asépticos y grises es una necesidad ineludible. Así lo ponen de manifiesto las iniciativas que se están llevando a cabo en las unidades infantiles de muchos hospitales en todo el mundo. En Estados Unidos hay algunos centros sanitarios en los que hasta las enfermeras llevan batas con muñequitos pintados. Tres profesores de la Universidad de Sevilla culminan este mes un proyecto que ha modificado el Hospital Infantil Virgen del Rocío hasta dejarlo más bonito que un San Luis.La idea partió de Andrés Esteban, profesor de Psicología, que hace años ya trabajaba en proyectos semejantes para espacios públicos. Ignacio Gómez de Terreros es médico en el Virgen del Rocío y también profesor de universidad, y el artista es Enrique Acosta, que imparte clases en la facultad de Bellas Artes. Él es el culpable de las broncas que se están llevando los pintores cuando algunos veteranos doctores del Infantil ven que las paredes que antes eran blancas ahora son naranjas, rosas, amarillas o verdes. Acosta ha diseñado todo un proyecto artístico para cambiar la cara del centro y, con ello, el semblante de los niños ingresados que pasan sus días enfundados en enormes pijamas grises tras los cristales de las unidades hospitalarias.

El recibidor de este hospital infantil está flanqueado por dos enormes lapiceros de colores que antes eran vulgares postes de hierro. Los corredores tienen atractivos colores con carteles infantiles en las paredes, como un colegio. Que los colores cumplen una función terapéutica no es una novedad. Pero en este caso, el proyecto está bien atado porque cuenta con el asesoramiento de Ignacio Gómez de Terreros que ha recomendado a Acosta qué colores y materiales deberían utilizarse en cada área.

Los dibujos, geométricos y minimalistas, se repiten en todos los espacios para dar una unidad al diseño. Hasta los estores de las ventanas llevarán estos motivos cuando el trabajo esté concluido. Habrá entonces, a finales de este mes, murales en las paredes del recibidor con animales, casas de colores y frases de ánimo para los pequeños hospitalizados. "La idea de poner animales es que los niños sientan de alguna forma que están en la naturaleza y también que aprendan durante su estancia en el hospital", dice Acosta. Naturaleza. Por eso han pintado el techo del recibidor de color azul cielo, que en pocos días tendrá hasta nubes blancas.

"La filosofía es el cambio", dice eufórico Ignacio Gómez de Terreros. "A mí hay colores que no me gustan pero me trae sin cuidado". El médico es el que más sabe la oposición que ha encontrado el proyecto entre algunos de sus compañeros que consideran que lo que se está haciendo no es serio. "Cuesta cambiar, pero cuando han visto el vestíbulo se han callado", dice. Porque uno de los objetivos de este trabajo es que se impliquen los profesionales del hospital aunque, si eso no ocurriera, a Gómez de Terreros tampoco le preocupa: "Cuando oigo los comentarios de las madres al llegar al hospital y dicen que el sitio es muy agradable o le dicen a su hijo, 'mira qué bonito es esto', ya sé qué vamos por buen camino".

Los tres están trabajando sobre este proyecto de forma gratuita. El hospital se encarga de pagar las obras.

La obsesión de los tres profesores la resume Gómez de Terreros: "Que el hospital sea la casa de los niños cuando estén en él".

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Jugar en el centro sanitario

Enrique Acosta no ha puesto colores en las paredes al buen tuntún. Suaves para relajar, saturados para levantar el ánimo, azulejos en la unidad de infecciosos por cuestiones de limpieza. De esta forma, además del rigor científico del arco iris terapéutico, la salud de los niños mejora sólo con estar en un espacio agradable.¿Por qué no hay verde entre los colores seleccionados? ¿No era el color de los hospitales porque relajaba? "Estas paredes eran antes verde clarito, y el verde es un color muy pasivo", explica Acosta, que ha pintado el hospital de naranja, lila, amarillo, rosa, azul.

"Dependiendo de las patologías, hay niños que necesitan un ambiente sereno y otros más cachondeo, y cualquiera que no esté en la unidad de inmunodepresivos o de infecciosos puede perfectamente salir al parque", dice el médico, Ignacio Gómez de Terreros.

Pues al parque. Acosta ha diseñado en el parque del hospital una zona recreativa con un laberinto de casas, con sus ventanas y sus colorines; una casita de verdad donde representar espectáculos de guiñol; mesas y bancos de cemento; y unas paredes blancas "para que los niños pinten con las manos".

Ahora sólo falta que las enfermeras se vistan de payaso. "Pues no es una broma", dice Acosta, pero eso es complicado, ríe. Y Gómez de Terreros ríe más todavía. "Si se me ocurre intentar eso me matan, me matan". Pero no sería la primera vez. En Estados Unidos Gómez de Terreros ha visto enfermeras con dibujitos infantiles en las batas.

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