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La ejecución de un preso en Florida se prolonga durante más de una hora

"Esto no es una ejecución, es un asesinato". Fueron las últimas palabras de Bennie Demps, instantes antes de morir ejecutado mediante inyección letal, el miércoles por la tarde, en la prisión de Starke, en el Estado de Florida. Los verdugos no le encontraban las venas, y durante media hora le hicieron incisiones en las ingles y en el brazo derecho, de las que se estuvo lamentando de dolor. La ejecución, que el propio Demps pidió que se investigara una vez muerto, ha resucitado la controversia sobre la crueldad de la pena de muerte y un aluvión de protestas ante el gobernador, Jeb Bush, que respondió anunciando la fecha de la próxima ejecución, el 20 de junio.

Demps, de 49 años, es el tercer condenado que el Estado de Florida ejecuta a través de inyección letal en lo que va de año. En enero se suspendió el uso de la silla eléctrica, mientras el Tribunal Supremo de Estados Unidos decide si es un "castigo cruel e innecesario" tras sucesivos fallos durante las electrocuciones en las que los condenados salieron, literalmente, en llamas o sangrando. Las organizaciones estadounidenses contra la pena de muerte opinan que lo ocurrido con Demps es una prueba de que la inyección letal es también un castigo cruel y debe prohibirse. Todo apunta, sin embargo, a que las presuntas irregularidades en la muerte de Demps no se van a investigar.

El gobernador que ordenó la ejecución, Jeb Bush, dijo ayer en Miami que "se realizó de acuerdo con las normas". Bush, republicano, es hijo del ex presidente George Bush y hermano del candidato a la Casa Blanca George W. Bush, que ha ordenado la ejecución de 137 personas durante su mandato como gobernador del Estado de Tejas.

A pesar de las quejas y de la petición del abogado de Demps, George Schaefer, la Fiscalía del Estado de Florida ha rehusado abrir un sumario. Demps llevaba 29 años en el corredor de la muerte (el mismo en el que está el español Joaquín José Martínez) y había escapado dos veces a la pena capital por cometer un doble asesinato.

Silla eléctrica

En 1971, cuando iba a ser electrocutado en la silla conocida como Old Sparky (Vieja Chispas), Florida suspendió las ejecuciones y le conmutaron la pena por cadena perpetua. En 1976 se restauró la pena capital y dos años después le declararon culpable de participar en el asesinato de otro reo y le condenaron a la silla eléctrica, pero en enero le anunciaron que finalmente moriría por inyección letal.

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El miércoles estuvo esperando hasta el último momento que el Tribunal Supremo de Estados Unidos aceptara su apelación, pero a las 17.30 los magistrados desestimaron su caso. A esa hora le ataron con correas mientras los verdugos le buscaban las venas. En el brazo izquierdo no hubo problema, pero la ley obliga a administrarle dos inyecciones. Le hicieron varias incisiones en el derecho, pero no hubo forma de hallarle la vena; pasaron entonces a probar con las ingles, pero tampoco hubo suerte. Al final, sólo le inyectaron una vez. Murió a las 18.53.

La historia de la silla eléctrica en el Estado norteamericano de Florida ha estado plagada de capítulos espeluznantes. En 1990, la capucha que le ponen al condenado y la esponja conectada a la silla ardieron, quemando el cuero cabelludo de Jesse Tafero minutos antes de su ejecución. Y en 1997, la cabeza de Pedro Medina se incendió en llamas de más de 30 centímetros.

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