_
_
_
_

30 denuncias sin respuesta

Durante la hora y media que duró esta entrevista a M. A. N. V., una mujer maltratada de El Vendrell (Tarragona), de 52 años, su agresor la llamó por lo menos ocho veces por teléfono; dos al fijo y seis al móvil. Lo mismo que cada día desde hace años. Sus aparatos reconocen el número del interlocutor y ella no responde. De hecho, no responde nunca si no sabe quién llama. Si lo hace, las palabras menos soeces que escucha son dos: "Mala puta".M. A. N. V. presentó su primera denuncia contra el que fue su compañero sentimental ante la Guardia Civil en noviembre de 1998. Por violación. Desde entonces ha presentado más de 30 en los cuatro juzgados de El Vendrell. Cinco desde el pasado mes de mayo. Ningún resultado. "Una de las cuestiones que intentamos averiguar", explica su abogada, Montserrat Tur, "es por qué las causas abiertas en su contra no se han acumulado en una sola para que el juez pudiera dictaminar medidas cautelares". Monti R.F., de 50 años, sólo tiene dos juicios pendientes por delitos de faltas. "Si hubiera sufrido un maltrato muy grave, se hubiera actuado con contundencia contra su agresor".

M. A. N. V., divorciada y con dos hijos mayores, conoció a Monti, también separado, hace seis años en un baile en Barcelona. "Me gustó porque parecía un ministro. Tenía maneras y desprendía paz".

Se veían primero los domingos, y, al cabo de tres o cuatro meses, la relación se hizo más seria. Pero la paz era aparente. "Las peleas se iniciaron enseguida". Y enseguida, según explica, llegaron los golpes. Los primeros, dos bofetadas, en plena Rambla de Barcelona, por una cuestión trivial de la que ni se acuerda.

Luego, lo de siempre. "Me decía que cambiaría, que le perdonara, que estaba nervioso, que el trabajo no le iba bien". Ella, al principio, le creyó. Luego ya no. "De cada siete días, sólo uno estábamos bien". No llegaron a convivir juntos porque él trabaja en Barcelona y mantiene allí su domicilio y en Comarruga, cerca de El Vendrell. O iban a casa de él o a la de ella, que convive con su hijo de 26 años.

Hace únicamente nueve meses que él ya no tiene las llaves de su casa. Pero continuaron las lesiones, amenazas, injurias y acoso telefónico. "Llama, y, si no respondo, viene a ver qué pasa".

Al principio montaba escándalo en la escalera y ella se veía obligada a abrirle; una vez dentro, otra vez la escena, los gritos, empujones y bofetones. "Una vez intentó estrangularme, no sé qué le hizo parar". Su agresor es corpulento y pesa más de cien kilos. M.A. es todo lo contrario, enjuta.

La mujer buscó ayuda psiquiátrica. Los intentos de hablar con él no sirvieron. "Cuando le decía que la vida que me daba me estaba matando, respondía que bueno, que bebiera un vaso de lejía o que me tirara por la ventana", lo que sucedió el pasado mes de octubre. M.A. estaba tendiendo la ropa cuando vio que él aparcaba el coche. Se lanzó a la calle desde el balcón. Dos vértebras rotas, la pierna quebrada por dos partes y, según explica, aún tuvo que soportar que Monti R.F. la visitara en el hospital y que, ante testigos, le cogiera el pie sano y dijera: "Aún lo tengo que romper".

Está de baja en su trabajo desde hace más de año y medio, primero por la depresión y después por las secuelas de la caída. Se queja tanto del trato de la policía como de la justicia. De los primeros, porque las veces que ha pedido ayuda no han hecho caso, con una sola excepción, cuando, alertados por su abogada de que el hombre se había presentado en el domicilio, "acudieron y le permitieron quedarse en el interior después de que él asegurara que sólo quería hablar conmigo diez minutos".

La Guardia Civil sólo ha detenido a R.F. una vez: por la violación.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_